EMPRESARIOS: JOSÉ ALBERTO MUIÑOS

El buen ojo para los negocios

José Alberto Muiños
José Alberto Muiños

Un lector poco avisado se extrañará de encontrar a un médico en la sección que cada semana dedicamos a empresarios. Quizás deberíamos reflexionar sobre el particular e, incluso, pensar las razones por las que hay tan pocos médicos a los que integrar en esta categoría. Salen de las universidades, completan sus estudios específicos y, los que no se integran en el sistema público de la sanidad, abren consultas sin haber dado una sola clase de contabilidad ni de gestión. Son las incongruencias del sistema por más que subrayarlas le haga a uno merecedor de la hoguera. Siendo lo anterior así, no es menos extraño que un profesional sanitario se sienta incómodo cuando se habla de clientes en vez de pacientes, como si ésta última fuese un categoría superior a la primera. Un cliente elige con sus decisiones entre una amplia gama de competidores y hace que unos destaquen y triunfen mientras otros no. Un paciente, por su parte, es… eso, un paciente.

-¿Usted prefiere la definición de paciente o de cliente?

“Hablamos de clientes pero admito que es algo a lo que acostumbrarse. Quizás en la medicina, por la empatía evidente con el que sufre, tiendes a resistirte más con ese término. Pero aprendí en Barcelona que a los pacientes había que tratarlos como nos gustaría nos atendiesen a nosotros y quien se incorpora a trabajar aquí sabe que es de las primeras cosas que les trasladamos. Estamos muy agradecidos a todos los que nos eligen”.

-En Barcelona se formó en la prestigiosa Clínica Barraquer.

“Tenía algunos antecedentes familiares médicos, un tío era el jefe de retina de Barraquer pero también tenía otro que lo era en La Victoria. Pasé siete años formándome allí con la intención de volver a Tenerife y facilitar a la gente de aquí la buena medicina que se hacía fuera. Observaba con lástima que había gente que se iba a operar de cataratas a Alemania, regresaban tras dos días de ingreso hospitalario y luego nadie los trataba. Así que pensaba en dos cosas, traer una oftalmología moderna y actual por un lado, y que la gente no tuviese que salir de la Isla para operarse. Es cierto que en el 92, tras el fallecimiento de mi padre, encontré el momento idóneo para regresar”.

-Pero eso ya es pensar como un empresario, una necesidad que se observa y lanzarse a satisfacerla…

“Con Alfredo Amigó, con el que compartía algunas de estas ideas, comenzamos a hacer cosas más o menos innovadoras. Fuimos los primeros en operar con anestesia local. A los dos años ya introdujimos cirugía ambulatoria y más tarde cirugía tópica. No paramos de introducir nuevas formas de actuar, lo que en realidad nos dio algunas ventajas, aunque también detectábamos resistencia. Por ejemplo, cuando fuimos los primeros en operar las cataratas con la técnica de la facoemulsificación con anestesia local -mediante ultrasonidos se convierte la catarata en polvo y se aspira-. Nos llegaron a decir que eso era una locura y hasta alguien del sector me dijo que de ese modo no operaría a su madre. Bien, hoy es algo común y yo he operado a la mía de los dos ojos”.

-Ha ido siempre un paso por delante, incluso han ido creado su demanda.

“Me parecía insatisfactorio comprobar como no había ningún centro especializado en oftalmología aquí cuando, por ejemplo, en Las Palmas había dos o tres centros dedicados íntegramente a ella. Así que en 2005 le empiezo a dar vueltas a la creación de uno, con la idea de aplicar la filosofía que había aprendido en Barcelona. En 2008 creamos la primera unidad de Cirugía Mayor Ambulatoria no asociada a un Hospital en Canarias, tras abrir éste centro. Podemos hacer intervenciones de cualquier especialidad que no requieran ingreso”.

-¿En pleno arranque de la crisis?

“Cuando empezamos a prepararlo no había crisis”.

-Pero se embarca en una aventura muy costosa que se abre al público en el momento en que todo cambia…

“Lo pasamos mal. Abrimos en el peor momento, invertí todos mis ahorros y me endeudé hasta el año 2027 porque la inversión era superior al capital que había acumulado. Tienes hipotecas, unos hijos en edad escolar, baja el número de pacientes… Pasamos algunas noches sin dormir” (su mujer, presente en la entrevista, frunce el ceño para añadir que fueron más que algunas noches).

-Un avance de ese tipo, en las condiciones en que lo plantea y se encuentra con una situación económica de frenazo en seco. ¿No dudó de la viabilidad del proyecto? Quizás era demasiado para lo que estábamos acostumbrados en la Isla.

“No fue sencillo porque en principio nos costó convencer incluso a la administración de lo que pretendíamos, no había una norma a la que acogerse para solicitar la licencia. Esto provocó algunos retrasos. Pero esa incomprensión nos ocurría igual con las compañías de seguros, que no terminaban de entender la idea. Afortunadamente eso sí quedó atrás”.

-¿Cómo remontan una situación así?

“Aceptando que aquellos no fueron buenos años, es cierto que gracias a los anteriores teníamos un buen número de pacientes, más los que empezaron a conocernos. Son muchos años de trabajo honesto que siempre juegan a tu favor. También empezamos a trabajar con los seguros médicos privados y, ya en una segunda fase, hemos tenido la determinación de apostar por la subespecialización, lo que nos ha permitido dar otro salto. Contamos con algunas cosas que nadie más tiene, cirugía refractiva y de cataratas, ocucoplastias, glaucoma…, cubrimos todas las patologías y tenemos la última tecnología disponible. Ahora nos gustaría que otros colegas pudiesen usar estas instalaciones para no tener los quirófanos infrautilizados”.

-Cuenta con un centro en tres plantas en una zona cómoda de Santa Cruz, quirófanos que nadie más tiene, está a la última. ¿Considera que lo peor ya lo pasó?

“La tecnología es cara y obliga a estar pendiente de las tendencias. A mi me preocupa no tener la capacidad para saber cuál es la más eficaz en cada momento, todos los años hay varios cientos de innovaciones que no podemos incorporar. Lo que ocurre es que, a día de hoy, hemos acertado”.

-¿Incorporar tecnología les lleva a prescindir de profesionales?

“No, pero sí exige un mayor grado de especialización. Defiendo que la cirugía es un arte que no debemos banalizar ni industrializar. Nosotros somos 25 personas trabajando directamente más otros cuatro o cinco a tiempo parcial”.