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Los Cristianos homenajea a una de sus figuras del buceo

Juan José Benítez, el submarinista de Los Cristianos que falleció a la edad de 29 años en la cueva de Los Camarones el 20 de noviembre de 1975, recibió el pasado jueves un homenaje del Ayuntamiento de Arona con motivo del 40 aniversario del accidente que le costó la vida frente a las costas de El Pal-Mar. Al encuentro acudieron más de un centenar de amigos, familiares y vecinos de esta localidad marinera.

El acto se celebró en el auditorio Infanta Leonor y consistió en la proyección de dos documentales que de la Filmoteca Canaria. Flora y fauna subacuática de Tenerife (1974) y El mar de Canarias (1975), ambos dirigidos por Diego García Soto y Pedro Cardell, dos reportajes innovadores en aquel momento en los que participó Benítez junto a un grupo de buceadores locales, entre ellos Manuel Abreu, uno de los grandes expertos de la Isla en esta práctica, actualmente con 93 años. Los presentes pudieron ver en las imágenes al malogrado instructor de buceo pocos meses antes de su muerte.

El artífice del homenaje fue Leopoldo Díaz, concejal de Cultura de Arona, quien repasó en su alocución la vida y los hitos conseguidos por Benítez, entre ellos dos campeonatos de Canarias de pesca submarina y uno de España en la modalidad de equipos. El representante del Ayuntamiento hizo entrega a su familia de una placa que recogió su nieto sobre el escenario.

En el coloquio posterior intervinieron varios compañeros de inmersión, entre ellos Juan Dámaso, que recordó que ambos fueron pioneros en las excursiones marítimas en Ten-Bel, y una exalumna suya que llegó a decir que Juan “se quedó donde él quería, en el fondo del mar y nos está esperando a todos”. Otro de sus amigos, el cineasta Santiago Ríos, también tomó la palabra para definirlo como un “héroe”.

Juan José Benítez quedó atrapado junto a su amigo Francois Rouboix, un conocido compositor musical francés autor de medio centenar de bandas sonoras, en la cueva de Los Camarones, considerada una de las grutas submarinas más peligrosas del mundo, cuando participaban en una inmersión nocturna, precisamente el mismo día que España conocía la muerte de Franco.

Casualmente, según pudo saber este periódico, a la misma hora en que se celebraba el acto en el auditorio Infanta Leonor, se le tributaba un homenaje a la otra víctima en París. La cueva de Los Camarones volvería a ser noticia en 1984 cuando dos buceadores, un instructor y un alumno, fallecían al quedar atrapados en el interior de la gruta.

Según el testimonio de quienes han accedido a su interior, la gruta es lo más parecido a una trampa mortal. Tras un montículo de arena a la entrada, aparece una especie de bóveda de unos cuatro metros de altura que se va abriendo paso hasta desembocar en un estrecho túnel de apenas un metro de ancho que, a su vez, conduce hasta un espacio cerrado, con forma de amplio salón, al que no llega la luz. El fondo arenoso convierte a este lugar, a 30 metros de profundidad, en una bomba de relojería. Cualquier movimiento inadecuado de un submarinista o el simple aleteo de un pez puede provocar una gran nube de sedimentos que puede durar horas y dejar a los buceadores sin visión y sin reservas de aire comprimido.