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‘El Borrachito’ y el cambullón

La profesión de cambullonero sólo existe en dos lugares en todo el mundo: el Puerto de la Luz en Las Palmas y el muelle de Santa Cruz de Tenerife. El término cambullón, viene del inglés, come buy on, que era lo que le decían los marineros de los buques ingleses a aquellos nativos que se aproximaban en lanchas, antes de atracar, con el objetivo de realizar un trueque de productos nativos por lo que los del barco ofrecían, que en muchas ocasiones eran mercancías sustraídas de la carga que portaba el buque. Uno de los más famosos ha sido José Luis el Borrachito. Tengo que admitir que quien está mejor facultado para hablar de él es mi amigo Cirilo Leal, que conoce todas sus historias y hasta tiene una entrevista grabada con este personaje. Cirilo me aportó mucha información cuando yo en el año 1982 compuse una canción dedicada a el Borrachito y que está incluida en mi disco Mojo Picón. Tal como cuento en mi canción, José Luis había nacido en la marginación más dura que uno pueda imaginarse, con el agravante de vivir el periodo de la Guerra Civil y la postguerra. Como muchas de las familias sumergidas en la pobreza, lo dieron a la Casa Cuna cuando tenía tres años. Él contaba que era un niño tan bonito, que las monjas habían querido venderlo. Finalmente, se escapó de aquel centro y empezó su deambular por los muelles y se matriculó en la universidad de la supervivencia. A los 12 años ya se movía en el cambullón y demostraba unas cualidades excepcionales para la negociación y para hacerlo en cualquier idioma, pues se los inventaba sobre la marcha. Era capaz de negociar con rusos, coreanos, japoneses, griegos… ¡con quién fuera necesario!

A los rusos los llamaba “serafines” y era una gozada verlo negociar con ellos. Cuando la cosa no iba bien, les decía: “Serafín… ti… capitalista…”. Y si el ruso se ponía chulito, José Luis empezaba a gritar: “Polizai, polizai…”. El nombrete de Borrachito era totalmente merecido. Había tenido su etapa bronquista y de beber mucho. Tuvo varios ingresos en el hospital y en el manicomio, por este motivo. Lo conocí en el bar La Marquesina ubicado en el muelle y que estaba abierto toda la noche. Por allí recalábamos de madrugada con los amigos, ya que era el último reducto donde tomarnos una copa. Le gustaba mucho cantar y sus canciones favoritas eran Galopera y la que él decía: “Señor Capitán, déjeme subir, ar palo más arto de mi mercantín…”. Había expresiones que utilizaba con frecuencia, como: “Por la mar viene quién pague…” y “¡Chiquitas comedias!”. También decía mucho que cuando muriera quería una caja de caoba, para a renglón seguido decir: “y si no, de caja tomates…”. Se llevó un gran disgusto cuando se enteró de que iban a hacer obras en el muelle y que en la nueva ordenación, desaparecía el bar La Marquesina. Ante eso, comenzó a repetir con insistencia que sí a ella la enterraban, que lo enterraran a él también. Para José Luis, la vida carecía de sentido si no existía aquel bar que él consideraba su casa. Y así fue…

Todos los cambulloneros le tenían y lo recuerdan con mucho respeto y cariño y no se cansan de contar sus anécdotas. Yo pregunto: ¿en un muelle tan grande, no hay un rincón donde se pueda recordar la figura del cambullonero y, por qué no, la de José Luis el Borrachito?

Deja ver…