La lucha por la dignidad de las mujeres afganas logra emocionar

Alumnas que participan en EnseñanDoc expresaron a los directores, Juan Antonio Moreno y Silvia Venegas, su admiración por hacer un trabajo “tan difícil y tan necesario”. La creencia de que la mayoría de los jóvenes son indiferentes ante realidades que no les atañen directamente o que suceden a miles de kilómetros de su zona de confort se rompió este martes en el Auditorio de Guía de Isora. Tras la proyección de Boxeando por la libertad, de los directores Juan Antonio Moreno y Silvia Venegas, el pase que había traído a la sala principal del Auditorio a 370 estudiantes del IES Manuel Martín González, tres muchachas se acercaron a los directores y, con voz entrecortada, los felicitaron por un trabajo “tan difícil y tan necesario”. Lo hicieron tímidamente, como pidiendo disculpas, y emocionaron a los responsables de la película y a quienes les escuchamos decir: “Gracias por hacer este documental y por dar a conocer la lucha de las mujeres en Afganistán”.

El propósito de EnseñanDoc, un programa que cuenta con el apoyo del Cabildo de Tenerife, y que este año llenará las salas de la décima edición de MiradasDoc con 1.430 estudiantes de Enseñanza Secundaria Obligatoria y Bachillerato, es precisamente el de remover conciencias entre los jóvenes, además de crear un público crítico para el documental. En las nueve ediciones anteriores más de 15.000 alumnos se sentaron a ver realidades distintas, a afrontar conflictos, luchas, risas y esencias vitales de personas del todo el mundo. Todo un aprendizaje.

Este martes, la historia no podía ser más revolucionaria y cotidiana: la lucha por la dignidad. En esta ocasión, la de las mujeres afganas. Boxeando por la libertad está protagonizada por Sadaf Rahimi, la mejor boxeadora de Afganistán, que, junto a su hermana Shabnam, gracias a su persistencia y al apoyo familiar, logró practicar este deporte en un país en el que las mujeres están consideradas como seres inferiores y destinadas a casarse, asumir las tareas del hogar y servir a los hombres. La directora recordó a los estudiantes la historia de Afganistán, donde una de las razones esgrimidas para la intervención occidental fue la defensa de los derechos de las mujeres, que desde la entrada del régimen talibán había empeorado hasta ser consideradas como propiedades de los hombres.

De hecho, la familia de Sadaf huyó de su país y se refugió en Irán durante años y retornó a Afganistán cuando se produjo la intervención militar de Occidente, que incluyó la participación de tropas españolas. A partir de ahí, las mujeres han podido ir a la escuela, a pesar de sufrir amenazas, tanto ellas como sus familias. Sadaf rompe, como están haciendo muchas otras mujeres, con ese rol predeterminado y ancestral que le otorgan los varones, y, además de ir a la escuela, desde que tenía 13 años decidió practicar el boxeo, lo que le ha permitido viajar a China, Vietnam y Londres.

Ella y su hermana incluso lograron medallas en algunos campeonatos, y se han convertido en personajes públicos y en un modelo a seguir para otras chicas que ven posible decidir sobre su futuro.
Sin embargo, las cortapisas que sufren son muchas. Desde el Comité Olímpico afgano y la Federación de Boxeo todo son problemas, hasta el punto de acabar por prohibirles practicar este deporte durante seis meses con la excusa de que planeaban abandonar ilegalmente el país. Además su entrenador fue suspendido y en su lugar colocaron a un sustituto que en ningún momento valoró el trabajo de las hermanas Rahimi.
El documental, que necesitó cuatro años para “estar completo”, abre la puerta al futuro de Sadaf, que no ha renunciado a volver a boxear y que ahora está estudiando Administración de Empresas en la Universidad, todo un logro en un país en el que las mujeres no deben mirar nunca de frente a un hombre y en el que siempre deben estar en un segundo plano, caminando varios pasos por detrás.
La grabación fue complicada: “Siempre actuamos de forma discreta”, explicó Juan Antonio Moreno, quien detalló que muchas de las imágenes exteriores se hicieron desde un coche y otras tomando muchas precauciones.

De hecho, el equipo de rodaje tuvo que suspender uno de sus viajes ante el aviso de un posible atentado, una cuestión tristemente cotidiana en Afganistán. Por su parte, Silvia Venegas añadió que la idea de darle una cámara a la protagonista para que grabara en su casa les permitió “tener imágenes cotidianas de la familia que hubiera sido imposible conseguir nosotros con nuestras cámaras”, y señaló especialmente las que tomó la propia madre de Sadaf, que nunca deja ver su rostro a lo largo del documental.
“Esta película está pensada para los jóvenes y es un canto a la defensa de la igualdad entre mujeres y hombres”, aseguraron sus directores.