tribuna

Arona, triste realidad

El Sur de Tenerife ha experimentado una evolución dispar en los últimos años. Frente a la clara apuesta por la calidad, la renovación de las infraestructuras y la búsqueda de la excelencia de algunos municipios, otros han optado por la cómoda pasividad de quien equivocadamente se convence de que se puede vivir eternamente de las rentas.

El municipio de Arona, lamentablemente, forma parte de este segundo grupo. La penosa desidia de sus gobernantes y muchos empresarios locales -algunos de ellos arraigados desde hace décadas en el municipio- ha sido el germen de la actual situación. En otro tiempo un referente para el turismo nacional e internacional, Arona es hoy fiel reflejo de la cultura cortoplacista que ha operado como sello de identidad de muchos de nuestros empresarios y políticos. La cultura del pelotazo. Coge el dinero y vete.

Las infraestructuras hoteleras, obsoletas muchas de ellas, son una clara muestra del escaso interés de los empresarios locales por reinvertir los ingentes beneficios obtenidos durante décadas. La suciedad, el abandono de las infraestructuras públicas y la falta de desarrollo de solares en pleno centro del municipio, auspician el desarrollo de actividades insalubres, el menudeo de drogas, la delincuencia o la prostitución. Basta con echar un vistazo a los últimos datos relativos a la evolución de los índices de criminalidad en la ciudad, que han experimentado un incremento del 6% en comparación con el año 2014. Todos estos elementos terminan de dibujar un panorama tristemente desolador.

Se precisan líderes capaces de alzar la vista y concebir fórmulas que permitan a Arona recuperarse de su actual situación de desidia. Esto, evidentemente, requiere un esfuerzo notable. Sin inversión, no hay desarrollo. Sin apuestas de futuro, sólo queda mirar al pasado. Arona requiere con urgencia empresarios responsables, comprometidos, involucrados en el desarrollo de una ciudad turística moderna y competitiva, y no rentistas temerosos por reinvertir la riqueza amasada gracias al municipio y su gente.

Pero esto no es suficiente. Arona necesita igualmente políticos valientes, capaces de tomar decisiones que permitan al municipio librarse del triste lastre y la apatía de los más letales representantes de la cultura del pelotazo. La alternativa es el declive, el penoso declive de quien se deja arrastrar por el egoísmo cerril y la falta de miras.