eL CHARCO HONDO

Arteaga

Somos, aunque disimulemos, algo antropófagos; eso sí, de última generación. Hemos civilizado bastante el menú, la carta, pero el tatarabuelo caníbal que nos duerme en el interior mantiene latente el muy español impulso de devorar a este o aquel con excesivas prisas, precipitadamente. Basta echar un par de vistazos por el retrovisor. En España (España en serio, dice el PP, ¿insinúan que los contribuyentes nos lo tomamos a broma?) las banderillas no acaban agujereando siempre los toros. También a quienes, figuras públicas aunque no necesariamente, un día cualquiera se les hace a fuego una marca, a cuatro columnas, abriendo página, con foto, por haber sido acusados -solo acusados- de esto o aquello. Tatuaje que, a partir de ese momento, es la sombra que los acompaña cuando van a trabajar, recogen al chiquillo en el colegio, toman algo con los amigos o cenan en familia; cuando salen a vivir, en definitiva. Entusiasmados como estamos con los juicios sumarísimos, somos el país que no espera a que los procedimientos judiciales acaben, qué lata, menuda pereza tener que esperar tanto; es más nutritivo -más cool- masticar antes de preguntar, colocar etiquetas sin dar tiempo a que la Justicia se tome su tiempo y haga su trabajo. Dados antropófagamente a la comida rápida, al fast food imperante, cuando tiempo después se notifica el archivo de una denuncia lo que ayer fueron cuatro columnas, abriendo página, con foto, hoy es -en el mejor de los casos- una referencia menor, diminuta, sin foto, sin ruido, sin posibilidad alguna de que los que supieron de la denuncia se enteren de su archivo. Esta semana la Fiscalía Provincial de Santa Cruz de Tenerife ha notificado que se ha archivado una denuncia interpuesta contra el concejal de Santa Cruz Dámaso Arteaga. Señala la Fiscalía que no cabe reproche legal al concejal. Pues eso. Que se diga. Quienes supieron de la denuncia deben saber que quedó en nada. Que esa marca quede bien borrada. Felicidades, Dam.