El dardo

Cataluña

Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) es un partido nacido en 1974, en los estertores del franquismo, con Jordi Pujol como principal figura visible. En 1980 creó junto a Unión Democrática de Cataluña (UDC) la federación Convergencia y Unión (CiU), de carácter nacionalista, que gobernó el Principado hasta 2003, en que accedió al poder el tripartito formado por el PSC, ERC e ICV, cuyo mandato se extendió hasta 2010. Este año volvió a ganar las elecciones autonómicas CiU, que con Artur Mas se mantiene desde entonces en el Gobierno catalán si bien con un tono marcadamente independentista desde 2012 y ya sin la colaboración de UDC desde 2015. Ambos partidos, defensores durante 38 años del catalanismo más tradicional, autonomista, liberal y burgués, colaboraron con el PSOE y el PP en la gobernación del Estado entre 1982 y 2004. Rotas alianzas y acuerdos, CDC se ha liado políticamente con los grupos independentistas en la agrupación Juntos por el Sí y se ha convertido en Democracia y Libertad. En apenas tres años ha perdido la mitad de sus electores, más de la mitad de sus diputados autonómicos y casi dos tercios de sus representantes en el Congreso. Además tiene embargadas varias de sus sedes sociales y procesados por corrupción a destacados dirigentes. Ha llevado al Principado a una situación sin salida, con una deuda que supera los 60.000 millones de euros, y todo apunta a que sus principales dirigentes van a ser procesados en breve por distintos graves delitos (desobediencia, malversación de caudales públicos, prevaricación y usurpación de funciones). Así las cosas, la llave de la gobernación de Cataluña está hoy en manos de la CUP o Candidatura de Unidad Popular, un grupo político revolucionario, de extrema izquierda, antisistema, anticapitalista, asambleario, antiUE, anti euro, antiOTAN, republicano y tercermundista, situado ideológicamente en las antípodas de CDC, que cuenta con 10 de los 135 diputados del Parlamento autonómico y el 8,21% de los votos de la comunidad autónoma. Si Mas tuviera vergüenza política ya habría dimitido o se habría quitado del medio porque resulta imposible recibir tantos varapalos y humillaciones de un grupo minoritario y radical que, además, podría hacer retroceder al Principado a los viejos tiempos de la cueva y la azada.