eL CHARCO HONDO

Core

Un compañero de trabajo asegura que el sobrino de un vecino tiene un amigo que no sabe qué es el core. Increíble, pero así es. Al parecer, ni le suena. No hay quien dé crédito a lo que cuenta, pero jura que el amigo del sobrino del vecino no sabe qué es el core y que, inevitablemente, de meses a esta parte sus colegas le han hecho el vacío. Nadie llama, lo han sacado de todos los grupos de WhatsApp. En el ascensor es observado con frialdad antropológica. Se siente, con razón, una especie en extinción. Merecido. Lógico. Previsible. Murieron los días en que para ganar la consideración o atención de los demás bastaba con manejar más o menos bien algunas nociones de cine o literatura, era suficiente con tener viajes que contar o amoríos que ventilar; interactuar con agilidad en esos contenidos -algo de chispa, y tal- garantizaba la integración en el paisaje social. Ahora no, ni de lejos. Así hayas publicado dos o tres ensayos en los que analices la repercusión de los dramaturgos daneses, o alguna tesis sobre la influencia del cine europeo en la industria estadounidense, así manejes dignamente a los grandes intelectuales contemporáneos, si no has participado en alguna carrera urbana o de montaña, o si no estás apuntado en algún gimnasio, cuando quedes para tomar algo lo tienes crudo. Puede que, con pericia, escapes gracias a algún comentario futbolístico; no basta, pero escapas. Ahora bien, si alguien saca el asunto del core y, como le pasa al amigo del sobrino del vecino de un compañero de trabajo, no sabes qué es, mejor paga lo tuyo y vuelve a casa sin mirar atrás. Ah, y ojo con confundirlo con la six-pack o abdominales (por favor, lo que hay que oír). El core lo componen los oblicuos, recto abdominal, suelo pélvico, diafragma y el transverso abdominal; y, teniendo en cuenta que es imprescindible para mejorar la respiración, el equilibrio o la postura cabe preguntarse cómo hemos sobrevivido sin saberlo.