Llevo años oyendo hablar de la propuesta de un Estado federal a Pedro Sánchez y a sus antecesores socialistas y todavía no sé de qué va. Espero que ellos sí, aunque nunca lo han explicado y tampoco queda claro que pudiesen hacerlo.

Sí sé, en cambio, que los independentistas catalanes se mofan de una ocurrencia que consideran una marcha atrás y que ni Jordi Pujol en su día ni los nacionalistas vascos han admitido jamás una España federal que igualase las diferentes regiones, ya que ellos se consideran “diferentes” al resto, eufemismo que equivale a sentirse “superiores”.

¿En qué consiste, pues, la dichosa federación, cuando nuestra administración autonómica actual otorga ya más poderes a sus regiones que la mayoría de los Estados federales, incluidos México, Alemania o Brasil?

Ni una palabra al respecto en el programa electoral socialista. Pasqual Maragall anticipó en su día lo de la federación “asimétrica”, es decir, con más poderes para unas comunidades que para otras, lo que ya viene siendo una realidad, en Euskadi sobre todo. Si España aún fuese más “asimétrica” de lo que es, no hace falta que les cuente el bochinche que armarían la mayoría de las regiones españolas, que se considerarían tratadas como de segunda división.

Lo único que cabría, para que todo el mundo se sintiese con más autonomía, sería dinamitar el sistema vigente e ir hacia una confederación, como Suiza, con tenues lazos cantonales y hasta una presidencia confederal colectiva y rotatoria.
Pero, claro, eso sólo es posible en un país que vive al margen de las instituciones internacionales y que se nutre de la opacidad financiera y de las cuentas bancarias numeradas. ¿Es a eso a lo que queremos llegar?