El dardo

Discurso real

El mensaje navideño del rey difundido en Nochebuena respondió a la expectación que había despertado. La grandeza del marco elegido para dirigirse al país -el salón del trono del Palacio Real- colocó al monarca en un ambiente un tanto frío, que una buena realización compensó con primeros planos y originales recursos técnicos. Desde su papel moderador y arbitral, Felipe VI dijo, en un discurso muy medido, lo que se esperaba de él: que en momentos de incertidumbre e inestabilidad política como los actuales, lo más importante debe ser la defensa del interés general, que sitúa obviamente por encima del personal y del partidario. A cuatro días de unas elecciones generales que han colocado al país ante una situación preocupante y sin precedentes, es lógico que el rey destaque el papel protagonístico de las instituciones democráticas y que se sienta obligado a realizar una llamada a la responsabilidad de los representantes públicos para recordarles que deberían optar por “una forma de hacer la política basada en el diálogo, la concertación y el compromiso, con la finalidad de tomar las mejores decisiones para resolver los problemas de los ciudadanos”. Considera con acierto Felipe VI que la nueva legislatura que comienza el 13 de enero “requiere de todas las energías y todas las voluntades de nuestras instituciones democráticas para asegurar y consolidar lo conseguido”. El jefe del Estado hizo una terminante defensa de la Constitución, la ley y la unidad de España y volvió a insistir en el “camino del entendimiento, la convivencia y la concordia en democracia y libertad”, así como en “poner en valor lo que hemos construido juntos a lo largo de los años con muchos y enormes sacrificios”. Sin citar expresamente a Cataluña, Felipe VI fue muy crítico y firme con el desafío independentista, ya que -dijo- “la ruptura de la ley, la imposición de una idea o de un proyecto de unos sobre la voluntad de los españoles sólo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia, el empobrecimiento y el aislamiento”. Aludió el rey a otras cuestiones actuales en un discurso pulcro y cuidado, situado a la altura del tiempo político presente, y al que, por ponerle algún pero, quizás le faltó un poco de sensibilidad en materia social y más minutaje en la crítica de la corrupción.