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La maga escarranchada

1. En mis miles de historias sobre el mago nunca hablé de la maga escarranchada, posición que adopta ella para descansar del trajín diario y darle ventilación a los bajos. Ya lo dijo no sé si Nijota o Crosita: “No te escarranches, María/en el filo de la era/porque el polvillo del trigo/se mete por donde quiera”. Una copla que viene al pelo. La posición del escarranche hace feliz a la maga, lo mismo que el zapato ancho que alivie los juanetes que ha provocado el zapato estrecho. La maga es muy suya en sus costumbres y en sus posiciones y a medida que va avanzando en edad más descuidada se muestra a la hora de enseñar esas enormes bragas que usa para mejorar la ventilación en la madriguera. La vestimenta de la maga tiende mucho a la enagua, que siempre ha sido prenda rural y vaporosa, dentro de esa extraña costumbre de ponerle capas a los hábitos. Ha sido muy cantada por poetas populares, como los citados, y llevado al folklore, sobre todo a la polka, la posición de la maga cuando se encuentra en el campo, más bien despatarrada e insinuando las vergüenzas.

2. Bien es verdad que los tiempos han cambiado. La maga ha derivado en velilla y ya no les lo mismo. Esta última tiene mucha menos gracia y, que yo sepa, el espécimen no ha inspirado a poeta urbano alguno, cuanto menos a poetas rurales. Ya hay menos campo. Ya hay menos magos. Ya hay menos poetas. Estas Navidades ha vuelto a la carga la editorial con mi libro Todos los magos son del Barça, segunda edición. El otro día estaba yo en El Corte Inglés y vi a una familia muerta de risa hojeando el libro. Les pregunté que si querían que se lo dedicara, asintieron los chiquillos y firmé el ejemplar, que naturalmente se llevaron. Es mi último libro sobre el mago porque acabé hasta las pelotas de ellos.

3. Los poetas populares ponían a caldo de pota al mago y cada vez que yo digo una gracia sobre ellos se me solivianta el personal ese que se cree depositario de los valores sacrosantos del rural. Váyanse a hacer puñetas. El mago es un pedazo de rebenque que sabe cuatro cosas y al que han elevado a la categoría de sabio injustamente. Nada más y nada menos.