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Un pequeño restaurante en La Orotava

1. En los lugares menos sospechados encontramos a gente que ha rondado el universo Michelin y que, por motivos insondables de la vida, acaban abriendo un pequeño restaurante en La Orotava llamado Cumai. Me lo recomendó Marlene Meneses, mi compañera de profesión. Bueno, yo estoy jubileta, ella en su plenitud. Y fui con mi hija, que me invitó. Seis mesas, me parece. Una cocina pequeña, un cocinero extraordinario, Curro Palomares, que me asombró con sus guisos perfectos. Yo no soy crítico de gastronomía, porque a mí esa fauna no me gusta mucho. A mí me gusta el que va a comer, lo saborea, paga y se va. Hace poco, un chef de aquí me dijo que estaba dispuesto a cerrar el restaurante antes de dar de comer gratis a uno de esos que se llaman críticos y son unos gorrones de tomo y lomo, están gordos como cochinos y conforman la vergüenza de la profesión. Y de esos hay muchos. Que me lo digan mis buenos amigos Diegoberto Rodríguez y Alfonso J. López, que amparados por la capa del anonimato, los han desenmascarado. No nombro los seudónimos y así nadie sabe a qué artículos me refiero. Por cierto, este periódico tiene críticos magníficos.

2. Bien, pues he probado la cocina de Curro Palomares y me he quedado con la boca abierta. Espléndida, llena de matices y de sabores exquisitos. Me comí el mejor pez mantequilla de mi vida, algo fuera de serie. Atiende María, su esposa, que aporta la tercera y cuarta letras del Cumai porque la quinta es para Iván, el pequeño hijo de ambos. No les hablo de los postres; el de los chocolates me parece subyugante.

3. Qué cosas, ¿no? Un pequeño restaurante en La Orotava, un cocinero que no es vasco, sino de Jaén, a pesar de haber trabajado con los mejores cocineros vascos, y sólo seis mesas. Me da que pronto van a recibir la visita de los hombres de los neumáticos. Porque el Cumai da la impresión de que ronda una estrella. Seguro. Yo me quedé más encantado, después, contemplando la Hijuela del Botánico y caminando las empinadas calles empedradas de la Villa, donde las palmeras siempre han dado sombra a la Custodia. Hay un Nacimiento gigante muy cerca. A lo mejor resulta que la que viene hacia el Cumai es la estrella de Belén.