1. Cuando me ponen a caldo de pota en las redes sociales -me entero por terceros, porque yo jamás accedo a ellas- yo suelo dar, en parte, la razón a quienes con tanto celo guardan y posteriormente revelan mis viejas contradicciones, contadas por escrito. Siempre he sido un poquito mercenario. Lejos de ruborizarme, tampoco de enorgullecerme, la cosa tiene su justificación. Un periodista es un profesional que está donde le pagan y defiende a quien le paga. Para sobrevivir hay que aparcar las ideas propias en muchas ocasiones. En esta profesión, quien se crea la extrema pureza de sus opiniones y quien se considere limpio del todo, miente. Yo procuro estar lo menos sucio posible, aunque en ocasiones me haya metido en charcos, o por defender a un amigo o por defender al patrón. Luego, cuando dicen determinadas cosas de mí en las redes, no digo yo que siempre tengan razón, pero muchas veces sí. Yo soy el primero en reconocerlo y en disculpar algunas expresiones que rayan el delito o que entran de lleno en él cuando hablan de mí.
2. En esta profesión siempre se está al servicio de alguien. Quienes logran triunfar en ella, tanto en el plano regional -como es mi caso- como en el plano nacional o internacional, con frecuencia se han prostituido, se han traicionado a sí mismos, han firmado como mercenarios. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. No se puede sostener una idea eternamente, no se puede pensar siempre lo mismo, porque nos movemos con los pies dentro de zapatos llenos de intereses. Y somos parte de ellos. Por eso no me extraña que me pongan a parir a causa de mis saltos de bando o de mis cambios de opinión. Son absolutamente ciertos, tienen razón. Pero, como decía la canción de Jeanette, el mundo me ha hecho así…
3. Cuando yo enseñaba periodismo -y lo reflejé en una de mis novelas- les dije a mis alumnos que en el frontispicio de la facultad no había leído el lema “Prohibido hacerse rico con esta profesión”. Yo no lo conseguí, pero viví muy bien de ella. Entonces me saltaron al pecho los progres, los ilusos, los que erróneamente acceden al periodismo para defender la verdad. La verdad no existe, queridos. La verdad es la que tú quieras y puedas hacer creer con tu insistencia en contarla.