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El PSOE se juega el ser o no ser

Si algo está claro a día de hoy es que Mariano Rajoy no tiene ninguna posibilidad de continuar en la Presidencia del Gobierno de España. Salvo Albert Rivera, que al respecto mantiene una ambigüedad calculada, los líderes de todos los partidos han sido terminantes en otorgar un no rotundo al hasta ahora jefe del Ejecutivo. Éste persiste en su idea de pacto, pero no salen los números… a menos que el PSOE no pueda formar un Gobierno a la italiana o la portuguesa -con sus propios votos más los de Podemos e IU y otros 14 que tendrían su peso en oro y podrían proceder de ERC, DyL, PNV o CC- a partir de la tercera votación de investidura, como pretende Pedro Sánchez. Pero para que se llegue a esta hipotética solución, el secretario general del PSOE tendría que ser capaz de convencer a sus propias huestes de que esa salida resultaría la más favorable para su partido, la peor para el PP… y la mejor para España en unos momentos históricos especialmente delicados.

El cuestionado secretario general de un PSOE que ha caído en picado en las dos últimas elecciones generales por su pérdida de identidad pretende convertir su derrota electoral sin paliativos en una victoria personal para salvar su liderazgo y alcanzar el poder, aunque sea al precio de dejar el socialismo patrio a punto de fagocitación por parte de Podemos y sus marcas blancas, que no se sabe bien adónde van y cómo cohesionarán sus intereses en el futuro Congreso de los Diputados, donde las gentes asociadas al proyecto de Pablo Iglesias anuncian la formación de hasta cuatro grupos parlamentarios (gallego, valenciano, catalán y el propio de Podemos) que funcionarán -así lo han declarado- de modo independiente y con autonomía propia.

Ante esta posibilidad, un sector de la dirigencia socialista se ha levantado contra las pretensiones de Sánchez y su deteriorado capital político. Se trata de una cuestión de principios… y de coherencia. Un Gobierno de coalición sostenido por varios grupos políticos, con populistas, rupturistas y autodeterministas mezclados en un maridaje de intereses que colisionan, además, con la historia reciente del socialismo español, no tiene ningún sentido porque no aseguraría la necesaria estabilidad y seguridad políticas y sería incapaz de sacar adelante incluso el día a día, no ya los grandes pactos en los que la fragmentación del Parlamento y el poder de bloqueo del PP en el Congreso y en el Senado hacen imposible cualquier reforma de calado, empezando por la constitucional.

¿UN PP SIN RAJOY?
Se supone que unas elecciones generales deberían facilitar la gobernación del país, pero las urnas han dibujado un panorama muy complejo en momentos en los que España necesita un Parlamento más homogéneo y capaz por tanto de alcanzar grandes acuerdos en asuntos fundamentales y de sacar adelante una legislatura complicada mediante apoyos estables, no sujetos a la aritmética variable que se inventó Zapatero para, pagando precios tasados, salvar los apuros de las coyunturas adversas. En estas circunstancias, algunos dirigentes socialistas, sobre todo quienes presiden las comunidades andaluza, extremeña y manchega, pero también otros que han desempeñado graves responsabilidades, encabezados por Felipe González, apelan al sentido de Estado para que el PSOE no se incline por salidas de pata de banco y opte en cambio por facilitar la formación de un Gobierno, de mayoría potente y fuerte respaldo en las cámaras, capaz de alcanzar grandes consensos e incluso de, logrados éstos, limitar su propio mandato si así lo aconsejan las circunstancias. En este supuesto, el Gobierno, con apoyos parlamentarios estables por parte de PSOE y Ciudadanos pero sin formar parte del Ejecutivo, lo encabezaría una persona del PP, pero no necesariamente Rajoy, quien pasa por encarnar los peores efectos de los recortes, las austeridades y otras indecencias de los últimos cuatro años. En situaciones parecidas a las que hoy atraviesa España, lo normal es que gobierne la lista más votada en las elecciones, pese a que los populares perdieron 3,8 millones de votos y 66 escaños. Siempre sería más racional la abstención de PSOE y Ciudadanos para facilitar esa salida, con un programa convenido y respaldado por nada menos que 253 diputados, que tratar de gobernar los socialistas con apoyos por su izquierda extrema; una izquierda cuyos programas colisionan frontalmente con los suyos en asuntos de especial gravedad, tanto constitucionales como territoriales, económicos y jurídicos. Si lograse la abstención de Ciudadanos y el apoyo de Podemos, Sánchez podría también lograr su investidura como presidente del Gobierno, pero Rivera ya ha dicho que apoya un acuerdo con el PP y el PSOE, pero nunca con Podemos o con aquel a quien respalde Podemos.

Está por ver si el PP aceptaría gobernar sin Rajoy, en el caso de que se fijara esta condición por parte de PSOE y Ciudadanos, o que los populares no pidieran a su vez la cabeza de Sánchez; pero de rechazar tal propuesta, está claro que estas dos últimas formaciones quedarían liberadas de su compromiso pactista y podrían explorar otras posibilidades hoy escasamente creíbles. Pero hoy por hoy, existen dos socialismos: uno partidario de expulsar al PP de las instituciones, y formar por tanto un frente de izquierdas, y otro alérgico también a pactar con el PP pero que, como mal menor, aceptaría un Gobierno minoritario del PP pero no se sumaría en ningún caso a la formación de una gran coalición, inédita en España aunque algunos medios económicos nacionales e internacionales (mercados financieros, fondos de inversión y FMI) y la propia UE verían con buenos ojos.

EL PSOE DECIDE
Por otra parte, el PSOE ha pagado con gravísimas pérdidas de votos los acuerdos tendentes a desalojar al PP de todas las instancias de poder y sus alianzas electorales de intereses, como con ERC e IpC en Cataluña, donde fue predominante y gobernó con Maragall y Montilla, e incluso en Madrid, donde tras sus pactos con Podemos apenas ha logrado seis diputados. ¿Le conviene afianzar su alianza con un partido de 42 escaños reales -dos más que Ciudadanos-, deslegitimador del sistema político español, radical y demagógico, partidario del derecho de autodeterminación y del intervencionismo desmedido del Estado, impulsor de políticas tercermundistas, de la salida de la UE y la OTAN, de soluciones políticas neocomunistas y de cambiar tres veces en otros tantos meses el programa electoral para acercarse camaleónicamente a la socialdemocracia?

Permitiendo que gobierne el PP, el socialismo español gana tiempo para recuperar sus esencias y su centralidad y volver a ser eje fundamental de las políticas de Estado. Además, puede condicionar la agenda del Gobierno y pactar con él y con Ciudadanos desde la reforma constitucional a la reorganización territorial del Estado, la regeneración democrática de las instituciones, la efectiva separación de poderes, un nuevo pacto educativo, la consolidación de la recuperación económica, la fijación de programas sociales que mitiguen los efectos de la crisis, la nueva ley electoral, el futuro de las pensiones… También a Ciudadanos le interesaría un pacto de esta naturaleza porque reafirmaría su sentido de Estado y afianzaría su propósito de convertirse en verdadera alternativa a un PP incapaz de realizar autocrítica, renovar liderazgos, modernizar su estructura y limpiar a fondo el partido.

PP, PSOE y Ciudadanos reúnen 16 millones largos de votos frente a los poco más de cinco millones de Podemos y sus grupos afines, lo que revela los apoyos que deben marcar el norte del diálogo y los eventuales consensos a lo largo de los próximos días y semanas. La misma constitución de las nuevas Cortes podría servir de ensayo general para, con un horizonte de conciliación nacional, acercar posiciones, delimitar campos y fortalecer el inicio de reformas ambiciosas. Ni a PSOE ni a Ciudadanos interesan nuevas elecciones, que además podrían arrojar resultados similares a las del 20-D o, en otro caso, beneficiar a Podemos, tal y como auguran los expertos. Así las cosas, la reunión de Sánchez con los barones del PSOE, prevista para esta tarde, y la del comité federal -que fija y aprueba las alianzas y las políticas, aunque luego las dirija el secretario general- del lunes determinarán el rumbo del líder socialista, el del partido y también el de España.