TRIBUNA VILLERA

Recordando a Ricardo Acirón

Ricardo no esperó a conocer los resultados electorales del 20D. Se marchó antes de tiempo sin poder comprobar un año más la tradición política del papel que desempeña su Teruel natal, a la hora de marcar los resultados de las elecciones políticas a las Cortes Generales de España. En este caso la tradición repartió votos entre el PP y el PSOE. A Ricardo Acirón le conocí cuando vino a Tenerife a trabajar en el mundo de la prensa. Pronto se aclimató a las Islas e hizo cierto el famoso “Teruel también existe”. De La Lucha en su tierra, se pasó a La Tarde, luego a El Día y posteriormente a La Opinión. Caminó por todas las sendas del periodismo, incluso llegó a practicar ejercicios en el sector audiovisual con la televisión como bandera. Acirón era un hombre coherente con sus ideas, con su trabajo principalmente. Se le notaba que era un aragonés de pro. Sincero como la copa de un pino. Estudió ciencias de la información en Navarra y más tarde en Madrid. Alcanzó en Tenerife cotas profesionales en el periodismo en mi etapa de consejero del Cabildo, cuando el socialista José Segura lo presidía y Arturo Escuder (AP) y un servidor (ATI) compartíamos la responsabilidad de la oposición. Al poco tiempo, a principios de los años 90, Ricardo alcanzó la Cátedra de Periodismo en la Universidad de La Laguna. Entre sus actividades académicas tuvo la oportunidad de dirigir la tesis del doctor Wilfredo Cancio, un periodista cubano, que se vino a Tenerife, regresó a Cuba y marchó luego a Miami, donde reside. Con Ricardo discutíamos a veces por nuestra visión de la política y del periodismo, pero he de reconocer que era riguroso y maestro de la convivencia. Lo pude apreciar en algunas ocasiones, pero de manera significativa cuando viajamos juntos a Cuba y Venezuela en la primavera de 1993 formando parte de la delegación de Canarias, que presidía Manuel Hermoso. Inolvidable el debate que mantuvo Ricardo con el embajador de España en la residencia oficial de la embajada hispana bajo la presencia de Fidel Castro, quien se quedó atónito observando las cuestiones políticas que dirimían embajador y periodista, ambos peninsulares, sobre la organización territorial de España en Comunidades Autónomas. Como excelente fue, por otra parte, el artículo que escribió para el periódico El Día sobre el nuevo embajador que entonces se merecía España en Venezuela. ¡Descansa en paz, amigo Ricardo!