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Rosario Miranda

En 2003, cuando se rodó el documental de este título, la sociedad española debatía acalorada el compromiso de “posibilitar el matrimonio entre personas del mismo sexo y el ejercicio de cuantos derechos conlleva”, incluido en el programa electoral de Rodríguez Zapatero y convertido finalmente en ley el 3 de julio de 2005. La norma, que permitió la adopción conjunta, la herencia y la pensión, contaba con el respaldo del sesenta y seis por ciento de la población pero ese amplio apoyo no la libró de manifestaciones callejeras, filípicas y condenas en los púlpitos e instancias religiosas y un recurso ante el Tribunal Constitucional que se desestimó finalmente en 2012. Una década antes, un realizador joven y osado y una productora independiente abordaron con carácter pionero las peripecias de un tinerfeño del norte
-Domingo Regalado – que, entre el miedo cerval a su padre y la resignada complicidad materna, descubrió en la primera infancia su identidad femenina en el cuerpo de un fornido campesino. En un esforzado y complejo equilibrismo, nunca renunció a sus deberes -desde el servicio militar a las rudas tareas del campo, ni a su sincera y legítima pulsión sexual. Con el patrocinio del Ayuntamiento de Buenavista -localidad natal y de residencia del protagonista- y del desaparecido Socaem, música de Augusto Báez y guión y dirección de David Baute, se planteó y ejecutó un honesto y dignísimo trabajo que, como primer valor, supera hoy con solvencia y sin esfuerzo el paso del tiempo y, claro está, defiende aún con eficacia el avance y extensión de los derechos individuales. La desenvuelta confesión de apertura -el riesgo, persecución y sanción por la diferencia, la amenaza de cárcel y segregación contra la libertad individual- funciona como un oportuno leitmotiv tanto en Rosario Miranda -el ego sincero de Domingo- como en los distintos vecinos y amigos que completan el relato con naturalidad, comprensión y hasta ternura con el personaje. Sólido en el guión, sobrio y eficaz en el resultado desde la fotografía a la música, la sinceridad convincente y conmovedora de la persona, retratada en traje de faena y aderezada con prolija bisutería para charlar con los viandantes a la vera del camino, nos topamos con un documental que, pese a las modestas justificaciones del autor, responde con valentía y calidad a las exigencias del género y dibuja sin trampas ni afeites la intimidad de una persona que, por sincera bondad, por su exquisita relación con las libertades y costumbres ajenas, vive a su gusto y manera con el respeto y el afecto de los otros.