PUERTO DE LA CRUZ

Un siglo de sabiduría

Conoció a varios reyes y papas y a muchos alcaldes. / FRAN PALLERO
Conoció a varios reyes y papas y a muchos alcaldes. / FRAN PALLERO

Su carné de identidad y los papeles oficiales dictan que nació el 31 de diciembre, pero según algunas averiguaciones que él mismo realizó, fue el 7 del mismo mes del año 1915, durante la Primera Guerra Mundial. Lo cierto es que Manuel Yanes Plasencia, Manolo el de las inyecciones, como lo conocen sus amigos y vecinos de Puerto de la Cruz, cumple hoy 100 años.

Fue uno de los primeros practicantes del municipio, un oficio que descubrió durante la Guerra Civil Española, cuando estuvo como sanitario en San Martín de la Vega, en Madrid, donde se libró la batalla del Jarama, una de las más sangrientas. Allí pasó 11 meses y aprendió muchas cosas de enfermería, como hacer curas y poner inyecciones. Esta última fue su gran pasión, a la que se dedicó de pleno después de jubilarse, en 1981, y a la que destinó parte de su tiempo libre.

“Mi primera inyección fue al médico que había, una antitetánica”, rememora. Al volver a Tenerife lo mandaron a Valdemoro y también pasó por Villajoyosa, Alicante, “un sitio que hoy es muy turístico”, apostilla.

El fútbol es su afición y su equipo preferido, el Athletic de Bilbao. / F.P.
El fútbol es su afición y su equipo preferido, el Athletic de Bilbao. / F.P.

Cuando terminó la guerra regresó a Tenerife y de allí lo destinaron a La Palma. Pero al poco tiempo pidieron voluntarios para Las Palmas y se apuntó porque tenía más facilidades para venir a la Isla y visitar a su novia, Ana Carrillo, que años después se convirtió en su esposa.

Con ella tuvo nueve hijos que le regalaron doce nietos y cinco bisnietos. Recuerda el nombre y la edad de todos.

Tres de sus yernos han estado inmersos en la vida política, el exalcalde de La Orotava Isaac Valencia (CC), el exconcejal Gregorio Pestana (PSOE), mientras que Fernando Raja se presentó en la lista del PSOE en las últimas elecciones municipales. Uno de sus sobrinos era el también exalcalde portuense Paco Afonso, de quien tiene una foto en la entrada de su casa.

Su memoria y lucidez son admirables y cautivan a cualquier persona que tiene el placer de poder hablar con él. Pero también su humildad y su humor. Pregunta y se interesa por todo. Manolo el de las inyecciones es la historia viva de Puerto de la Cruz, aunque la ciudad de ahora dista mucho de la que él conoció. Igual que la zona de Las Cabezas, donde nació y vive hasta hoy, porque décadas atrás estaba rodeada de plataneras.

Se acuerda de bajar a los Carnavales con máscaras en lugar de disfraces, y de disfrutar de otra manera de la embarcación de la Virgen del Carmen, en la que no había “animación, actos, ni el canto de Chago Melián”, afirma.

Manuel Yanes Plasencia, conocido en el municipio como ‘Manolo el de las inyecciones’, cumple hoy 100 años. / F.P.
Manuel Yanes Plasencia, conocido en el municipio como ‘Manolo el de las inyecciones’, cumple hoy 100 años. / F.P.

Una ciudad diferente
En general, dice, el Puerto ha cambiado mucho, ya no es como antes, “cuando se respiraba alegría en los comercios, en la calle San Juan. No había tantos hoteles”, y cita al Taoro, el Marquesa, el Monopol “y una pensión que se llamaba Brisas del Teide”.

Al volver de la guerra trabajó en una fábrica de harina, en la calle Blanco, donde actualmente se encuentra un gran supermercado. Pero en sus ratos libres, insiste, se dedicaba a pinchar inyecciones. Todavía guarda la cartera en la que llevaba el alcohol y el algodón para aquellas familias que no contaban con estos recursos. Se levantaba muy temprano, en ocasiones iba a pinchar, volvía a su casa a desayunar y seguía. Recorría casa por casa, desde La Paz y El Botánico hasta Punta Brava, pasando por Las Dehesas y el casco.

Hasta que su mujer falleció, en enero de 2007, se encargó de ponerle la insulina todos los días. Ese año decidió que ya no quería renovar su carné de conducir y le dejó el coche, un Volkswagen Polo verde, a una de sus nietas.

Ha conocido varios reyes y papas y muchos alcaldes. También recuerda perfectamente cuándo estalló la Guerra Civil, en julio de 1936. “Había un coche que transportaba mercancía de encargo a Santa Cruz que le decían Cucho y ese fue el que trajo la noticia al Puerto”, cuenta.

Según su nieta Carmen Valencia, uno de los secretos de su abuelo para llegar a un siglo de vida y con esa sabiduría es haber caminado tanto, pero él también se lo atribuye a otras cosas, un poquito de gofio, comer sano, no fumar, y tomar todos los días un vasito de vino. Y de ser posible, tinto, que es su preferido.