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Alfred Taubman

En menos de tres meses -del comienzo de noviembre al final de enero- se liquidó una de las mayores y mejores selecciones de arte reunida durante siete décadas por el millonario Alfred Taubman (1924-2015), promotor inmobiliario y propietario del mayor centro de comercios minoristas de Estados Unidos. Nacido en Pontiac en el seno de una familia de inmigrantes polacos de origen judío, trabajó desde los nueve años e inició estudios de arquitectura en la Universidad de Michigan. Con su gestión en el Mall at Short Hills de New Jersey, la superficie comercial más rentable de la nación, entró en la lista de millonarios de la revista Forbes y diversificó sus actividades; en 1983 libró a la casa de subastas Sotheby de una opa hostil y, con astutos asesores y la osadía que mostró desde la juventud, reflotó la empresa, incrementó sus recursos económicos y su prestigio internacional y, a la vez, incrementó su incipiente colección “con continuas y notables adquisiciones de obras maestras”.

En tres sesiones salieron a la venta en Nueva York piezas emblemáticas como el Retrato de Paulette Jourdain, de Amedeo Modigliani y la Mujer sentado sobre una silla, de Pablo Picasso, con un precio que oscila entre los veinticinco y los cuarenta millones de euros y que fueron, sin duda, las preferidas del magnate; con ellas, estuvo un magnifico lote integrado por originales del holandés nacionalizado Wilhem de Kooning, que lideró la transición del expresionismo figurativo al abstracto, y los nombres cimeros de este movimiento, el norteamericano Jackson Pollock y el letón nacionalizado Mark Rothko. En el mismo peldaño de calidad se subastaron piezas de amplio recorrido histórico como The Great Florida Sunset, de Martin Johnson y The Red Admiral, de Charles Burchfield. Tambien salieron unos espléndidos dibujos, adquiridos directamente por Taubman, con las firmas de Edouard Manet, Edgar Degas, Paul Gauguin, Gustav Klimt, Henri Mattisse, Paul Klee, Schiele Egon y Joan Miró, entre otros. Y, por último, en la sección de pintura antigua, reducida en número pero no en calidad, destacaron telas del renacentista Rafael di Sanzio y retratos cortesanos del británico Thomas Gainborough, con valores cercanos a los diez millones de euros. Fue la liquidación de un museo singular que, frente a criterios cronológicos y tentaciones académicas, se formó con el gusto personal y el dinero de un millonario culto y se venció y dispersó, como una letra de cambio, en apenas noventa días.