El dardo

Cabalgatas de Reyes

Este año, unas cuantas cabalgatas de Reyes -ninguna canaria, por fortuna- se han desarrollado entre polémicas a cuenta de experimentos, innovaciones y sucedáneos que han roto con la tradición. No sé si en el fondo lo que se pretende es descristianizar el desfile desvalorizando así su verdadero significado, pero tal y como se han desarrollado algunas cabalgatas -casos, entre otros, de Madrid, Cádiz, Santiago de Compostela y muchos pueblos y ciudades peninsulares-, todas las novedades introducidas giran en torno a la idea de proyectar unos convoyes que mezclan ambientes carnavaleros y étnicos con músicas del mundo, mujeres caracterizadas como reinas, ausencia de animales, vestimentas devaluadas y sin apenas motivos navideños -ni belenes, ni villancicos, por ejemplo- en las carretas, etc. Nada que ver con los hábitos y costumbres inveteradas, en las que las cabalgatas tenían su principal foco de atracción en los Reyes Magos y en los motivos navideños, no en las políticas multiculturales, reivindicativas y laicas. Estas premisas aplicadas por algunos de los nuevos ayuntamientos votados en las pasadas elecciones municipales olvidan que los verdaderos destinatarios de las cabalgatas son los niños y que todo aquello que desvíe ese objetivo mágico e ilusionante desvirtúa las esencias mismas de una tradición muy arraigada en toda España. La realidad es que de los Reyes Magos (astrónomos, sabios o sacerdotes, no se sabe su verdadera condición, como tampoco su número) se habla por vez primera en el Nuevo Testamento, concretamente en el evangelio de san Mateo, y se dice de ellos que, al tener noticias del nacimiento de Jesús de Nazaret, acudieron desde Oriente (puede que Macedonia o Persia, aunque el Papa emérito Benedicto XVI no descarta Tartessos, en España) a Belén guiados por una estrella (quizás un cometa) para adorar al Niño-Dios y regalarle oro, incienso y mirra. A partir de este relato evangélico, la tradición y la propia Iglesia Católica dieron por buena su existencia, de la que proviene la costumbre de regalar a los niños en la fecha conmemorativa de la Epifanía o adoración de los Reyes, el 6 de enero. Este es el sustrato real de las cabalgatas, el único que casa con la tradición y la costumbre que algunos falsificadores quieren hacer desaparecer.