lunes mineral

El cambio en Agatha

La tesis de Nicolás González Lemus es que aquel invierno de 1927, parte del cual pasó en Canarias, cambió la vida de Agatha Christie. En la segunda edición actualizada (Nivaria Ediciones), aparecida tras cumplirse el 125 aniversario del nacimiento de la escritora británica, acredita la investigación de los avatares de su estancia en Tenerife y Gran Canaria, los que desmenuza de forma ilustrativa en lo que llamaríamos un trabajo de precisión que viene a poner las cosas en su sitio, a reconducir -esperemos que definitivamente- el imaginario popular y a acabar con deformaciones de la realidad y versiones contradictorias o inventadas. El autor de esta interesante descripción profundiza en las causas y las circunstancias que concurrieron en el viaje a Canarias de la novelista y detalla los pormenores de su estancia, primero en el Puerto de la Cruz, donde reside durante 25 días de aquel febrero de 1927 en el Gran Hotel Taoro; y luego en Las Palmas de Gran Canaria. En la cumbre de Monte Miseria, en pleno parque Taoro, donde sobresalía aquella edificación que, junto a la iglesia anglicana y la profusa biblioteca, durante años fue “el epicentro de la vida de la comunidad británica en la ciudad”, citando al propio González Lemus, Agatha Christie terminó de escribir El misterio del tren azul, el relato que se le atragantaba y al que su hija Rosalind, que viajó a las islas acompañándola -junto a la secretaria Carlo, registrada en el establecimiento como Miss Fischer-, contribuyó a complicar con sus inquietudes infantiles que no facilitaban la necesaria concentración. Nicolás González Lemus, guiado por ese afán de concreción que le merece la estancia de la novelista entre nosotros, recurre a la Autobiografía de ésta para explicar su estado anímico y por qué aquellos días de febrero de 1927 cambiaron su filosofía y hasta su medio de vida: “Me transformé de escritora aficionada en profesional”. Confiesa que nunca le gustó aquel relato pero fue en las islas, pese a los imponderables, donde empezó a superar la depresión surgida tras su ruptura matrimonial y los apremios económicos.

El autor se esmera en este auténtico trabajo de precisión para saber lo que hizo la escritora británica en las islas y despejar algunas confusiones sobre su misma producción literaria, la que elaboró entre nosotros y en nuestros ambientes (El hombre del mar), oportunamente evocados o recreados, siquiera de forma parcial. El volumen de González Lemus desmenuza la estancia de Agatha Christie en las islas, fruto de sus densas investigaciones, y hasta dedica unas páginas, igual de detalladas, a las fechas que estuvo en Gran Canaria. Ese es el rigor que caracteriza la escritura de Nicolás González Lemus, al que ha animado, un cierto afán de aportar la información más certera y ajustada y de poner punto final a falsos o deformados mitos. A fe que lo logra, una tarea de precisión que hace honor al nivel intelectual de una escritora universal que es probable haya forjado en las Canarias el pensamiento de no arrugarse y, por consiguiente, la necesidad de encarrilar el sentido único de la calle de la vida, en su caso la construcción de historias de intriga, crímenes; y de personajes que inmortalizó con toda propiedad. González Lemus hurgó en una etapa determinante de esa vida que nos ha quedado para siempre. Los trabajos de precisión tienen eso, que terminan convirtiéndose en una fuente de autoridad. Ese es su valor.