la punta del viento

Un campeón de verdad

Los héroes hacen falta. Son espejos necesarios, sobre todos para alentar los sueños juveniles que forjan los liderazgos, la nobleza, la solidaridad, el civismo. No todos los héroes son deportistas pero sí deberían ser deportivos. La deportividad es un valor consustancial del deporte, pero también de la vida en general. Compañerismo, trabajo, colaboración, confraternidad, superación, sacrificio, limpieza y, sobre todo, respeto. Son emblemas que adornan tanto a los grandes deportistas como a los grandes seres humanos. Son valores universales. El buen deportista es el que sabe ganar, sabe perder y sabe respetar siempre a su rival. Ojalá fuera así en otras facetas de la vida, como en la política o en los negocios. Vendría bien un poco de más deportividad en estos tiempos convulsos y competitivos, cada vez más deshumanizados. Pero la deportividad bien entendida, sana, llana y sin oropeles. No sirven los héroes galácticos con pies de barro que nos avergüenzan o nos entristecen cuando bajan de sus altares mediáticos. Son muchos desengaños frescos en la memoria: de Maradona a Platini, pasando por Marta Domínguez, Lance Armstrong o Mourinho. Unos tramposos, otros nocivos, otros irrespetuosos; ninguno ejemplar. Porque una cosa es ser una gran estrella y otra ser una gran persona, un gran deportista. Los héroes de verdad son otros, tan extraordinarios que hasta pueden ser anónimos. Es el caso del joven entrenador de un equipo benjamín de fútbol de Valencia, el CF Ayelo, que sin pretenderlo, gracias a una casualidad y a los medios de comunicación, ha dado al mundo entero una lección magistral de deportividad y de heroicidad, sencilla pero grandiosa a la vez.

Se llama Aitor Cebrián Montiel. Tiene 21 años y desde hace año y medio entrena a este club de la localidad de Aielo de Malferit. Cuenta la crónica publicada en El País que el sábado 5 de diciembre su equipo jugaba en casa contra el CD Contestano, un conjunto que llevaba toda la temporada perdiendo por goleadas. Antes de saltar al campo, Cebrián reunió a sus jugadores, niños de entre 7 y 9 años, y les dio una charla para pedirles respeto hacia el rival. En concreto, esto fue lo que les dijo su entrenador: “Acabo de ver entrar los niños contra los que vais a jugar hoy y son más pequeños que vosotros. Son de primer año y no debieran competir con vosotros en esta categoría. Están goleándolos cada semana y querría que hoy os pusiérais en su lugar. ¿Cómo os sentiríais vosotros? No quiero que celebréis ningún gol”. Los niños entendieron y cumplieron el mensaje de su entrenador. Un padre del equipo rival escuchó la conversación y quedó tan agradecido que al final del encuentro se acercó a Cebrián para felicitarle. Unos días después el CD Contestano remitió una carta al Ayelo para formalizar su gratitud. La carta llegó luego a manos de la Federación Valenciana de Fútbol, que la difundió a través de su web y redes sociales como un ejemplo de fairplay. Esta semana mi héroe, mi supercrack, mi campeón preferido, no es ni Messi ni Cristiano Ronaldo. Es Aitor Cebrián, un joven y modesto entrenador valenciano que me hubiera gustado que entrenara a mi hijo. Estaría en buenas manos.