el charco hondo

Castaña

Hay quien escribe que la esperanza se incuba en los brazos de la ilusión, que solo con tal combinación de sentimientos es posible pasar de las intenciones a las imágenes y, finalmente, a los hechos. Otros, brujos de la tribu de los escarmentados, advierten de que la ilusión es lisa y llanamente una representación causada por el engaño de los sentidos (el engaño no está en el acontecimiento sino en la expectativa, apuntan). La ilusión puede ser lo último que se pierde; y si se mezcla con esperanza e ingenuidad anima a presentar -Spínola y Raya, diputados- una proposición no de ley para que se inicie la reforma del sistema de financiación. Emociona. Resulta enternecedor certificar que a veces las ganas de hacer cosas no dejan ver el bosque. Tiene mérito que, lejos de cruzarse de brazos, dos parlamentarios se tomen la molestia de pedir que se corrija un déficit de 700 millones al año en aportaciones del Estado a las Islas. Hay que aplaudir (y va en serio). Los diputados socialistas encajan, y a lo grande, en esa espera emocionante y anhelante -de algo muy bueno- descrita por Julián Marías. Sin duda, hay que tener una ilusión a prueba de líneas rojas o una esperanza indomable para, con la que está cayendo, presentar una o varias iniciativas de este corte en el Congreso. Si lo comparamos con lo de estos parlamentarios, la ilusión de los niños en la víspera de Reyes es microscópica. Ahora que las Cortes aceleran el paso hacia el real decreto de disolución, las proposiciones no de ley tardarán en evaporarse lo que la barra de hielo en licuarse. Presentarla en el Congreso tiene tanto recorrido como haberlo hecho en un Starbucks o en un puesto de castañas, en El Corte Inglés o en una cafetería. Haberse tomado la molestia tiene su cosa (¿o es que están ya en campaña?; da igual). El problema es que, con el país sumido en una interinidad que nos acerca a otras elecciones, la ilusión no basta para evitar que la barra de hielo desaparezca.