tribuna

Cataluña: algunos apuntes

John Lynch, historiador e hispanista británico, una autoridad en Historia de España, ha escrito de la rebelión catalana de 1705, que se tradujo en una guerra dinástica al morir Carlos II y devino en guerra civil entre los partidarios del rey borbón y los del pretendiente austríaco -ambos absolutistas- que “no fue espontánea ni popular, sino que expresaba los objetivos políticos de la clase dirigente” y añade que “no fue una mera defensa de los fueros, sino que estaba dirigida a servir los intereses de la élite comerciante catalana”, es decir, de la burguesía aliada con la aristocracia tradicional tras una época de renacimiento económico y que, según los proyectos del abogado Feliu de la Penya, aspiraba a una reorientación del comercio catalán dejando los mercados del Mediterráneo para dirigirse a América.

Para Pierre Vilar, historiador e hispanista francés, y un referente destacado de la historiografía catalana, la aplicación del Decreto de Nueva Planta del que catalanistas e independentistas reniegan por lo que supuso de abolición de las leyes e instituciones propias del principado de Cataluña, en uno de sus libros, Breve historia de Cataluña, apunta que “lo que se suprimió fue lo que quedaba de un estado medieval -siendo en este caso el término estado discutible- representativo de tres estamentos sociales que dejaban al margen al popular. Volviendo a Lynch. “La derrota -de los austracistas- en 1714 no constituyó una catástrofe” y aunque las clases medias, la élite urbana y la pequeña nobleza perdieron la libertad política y la representación en el gobierno, superado el golpe que esto supuso para su autoestima, a medio plazo consiguieron “la posibilidad de un desarrollo económico, un mercado protegido en Castilla para sus productos y una eventual salida en América para sus exportaciones”. O resumiendo: “La Guerra de Secesión obligó a los catalanes a hacer una pausa más que a detenerse totalmente”.

Para Jordi Canal, nacido en Olot, doctor en Historia y profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y de la Universidad de Gerona, autor de Cataluña, una historia mínima, la Diada -El Día- es la principal festividad de la Comunidad Autónoma, ligada al nacionalismo catalán y viene a conmemorar una derrota en la que Felipe V puso fin, supuestamente, a la “nación catalana” y que empezó a tener una especial exaltación por los escritores de la Renaixença, ya en el siglo XIX.
Destaca Canal que “los años terminados en catorce, parecen haber sido decisivos en la historia de Cataluña” y señala éste de 1714; el de 1814 el de la terminación de la guerra de la Independencia, con enfrentamientos con los franceses y entre los propios catalanes, muchos de los cuales contribuyeron a la conformación del nuevo Estado español tras la Constitución de 1812; y el de 1914, con la creación de la Mancomunidad de Cataluña, con Prat de la Riba al frente, por cierto, partidario de menos pasado y más futuro. A éstos hay que añadir el de 2014, con sucesos tan recientes y aun sin desenlace en los que no es necesario insistir por estarlos viviendo, padeciendo o contemplando. Para este historiador el 9 de noviembre de 2014 “se convocó un simulacro de referéndum sobre la independencia de Cataluña en el que la participación no llegó al 40%, aunque votaron menores de 18 años e inmigrantes” y quedó patente que la fuerza del independentismo fue menor que la esperada.

Las elecciones autonómicas de 2015, a las que también se les quiso dar carácter de plebiscito, dio entrada en el Parlamento regional a dos fuerzas emergentes, Ciutadans y Podemos y a una fragmentación insólita del mismo. Las generales del 20-D acentuaron la fragmentación, con la salida del mapa de CiU -por un lado la desaparición de Unió y por otra la caída en picado de Convergencia, devenida en DiL- y un descrédito total de Artur Mas, al que una formación asamblearia, la CUP, con solo el 8 % de los votos, ha vejado de una forma cómica, si no fuera trágica. La última, la celebración de una asamblea para decidir si apoyaban o no al humillado Mas, que se resolvió con un empate a 1.515 votos, que nadie se lo cree y le deja de nuevo en su camino a un Gólgota sin ninguna grandeza. A los números terminados en 14 que se consideran hitos en la historia de la moderna Cataluña, aunque con distinta significación, habrá que añadir éste, terminado en 15, el INRI para una Comunidad que lleva tres meses con un Gobierno más que en funciones, en disfunciones que, al margen de la historia constatada y la mitificada, van en contra de un pueblo que, con peculiaridades identitarias, se ha distinguido por su contribución al progreso y a la modernidad apoyados en un esfuerzo y una laboriosidad indiscutibles. Se requiere, hoy más que nunca, imaginación, renuncias y grandes hombres, no oportunistas, en la política.