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El desastre que viene

En Madrid no saben qué va a pasar. Un diputado del PP me dice que ese término etéreo que se llama Europa está muy preocupada con la contumacia de Pedro Sánchez para formar un Gobierno con la izquierda y que Sánchez no tendrá escrúpulos a la hora de pactar con los independentistas catalanes para conseguirlo. Quiere estar en La Moncloa, aunque sólo sea por unos meses; es un émulo de Zapatero, en mi vida he visto dos clones tan clones y dos personas más inconsistentes. Y un partido tan descabezado.

El PSOE cree que, si gobierna, recuperará electorado. Y que si se celebran elecciones anticipadas lo perderá. Puede ser cierto todo esto. Lo peor es que los barones parecen no haber podido con Sánchez, aunque parezca increíble, mientras los memes empiezan a circular por media Europa: España, con los leones del Congreso con sus melenas a lo rastafari.

Y luego está la incongruencia. He escuchado a un desconocido Paco Spínola predicando la necesidad de hacer uso de la generosidad para formar Gobierno, pero ellos, de entrada, descartan a Rajoy y al PP. ¿Qué generosidad es esa, Paco? ¿La que a ustedes les conviene y solo esa?

No podía faltar, en la ensalada, la España bufa de Celia Villalobos, reclamando limpieza a los diputados de Podemos y, sobre todo, ausencia de piojos.

Nada se sabe a estas alturas de la película de un posible Gobierno. Todo el mundo mira hacia Cataluña, donde esa fauna desafía a los tribunales y a las leyes y se queda tan pancha. Y hacia Irán. La Guardia Civil cree que Podemos recibió nueve millones de euros del ayatolá en tres años, 93.000 de los cuales fueron a parar directamente al bolsillo de Pablo Iglesias. En cuanto toquen poder, ya verán. Maman sin él, cómo será cuando se adueñen de alguna institución con teta.

Para teta, la de Carolina Bescansa, que en vez de meterse en un sitio más privado se la dio a su bebé en el escaño, montando el show. Estos viven del show. Vivieron de Cuatro y de La Sexta y de Telecinco y ahora viven de la teta de Carolina Bescansa. No tienen remedio. Su suavidad de maneras ante los micros es una actitud premeditada. Cuando toque, morderán la alcachofa, como hizo aquella vez el hijo de Ana García Obregón. Y aquí, en nuestro pequeño mundo, Fernando Clavijo dice que a veces los parlamentarios “nos portamos como niños” y espera resultados. CC siempre espera resultados.

La única diputada de CC, Oramas (que ganó por 200 votos), está esperando a ver a quién se arrima, aunque su corazoncito late al ritmo del PP. No creo que esté con Sánchez en la cena de los idiotas. Si nadie le para las patas a éste, el país volverá a los tiempos de Zapatero, cuando se lo cargó del todo. Este es el miedo de Europa, que Sánchez, que además se parece en el estilito a Tsipras, haga de este país otra Grecia. Como todos los tontos, Sánchez no sabe que lo es. Yo los metería en Gran Hermano VIP, a darse de hostias, como casi se las da un tal Lozano al pequeño Nicolás, que es mi ídolo, como ya ustedes saben de sobra, de esta España negra.

Yo compadezco a los ujieres del Congreso que tienen que respirar por obligación laboral el nuevo tufillo de la Cámara. ¿Y han visto los chaquetones y las mochilas de Podemos? Los llevan al escaño y aquello parece un congreso del PSOE, en vez de un Congreso de los Diputados. Hay modas deleznables y la mochila es una de ellas. Deberían estar prohibidas; aprovechen, que van a cambiar la Constitución.

En fin, que ahora se abren meses de dimes y diretes. Porque lo último que he escuchado es que Ciudadanos va a apoyar a Rajoy en la primera votación, pero no en una segunda. ¿Y entonces, bebé Rivera? ¿A quién vas a dar tus votos, a los independentistas catalanes? Encima de que te llevas parte del público del PP, ¿lo vas a traicionar? Todo menos unas nuevas elecciones, porque los cuarenta de Rivera se le irían al PP para hacer realidad eso que llaman el voto útil. No sé, a mí todo me huele a chamusquina, mientras el Ibex 35 se precipita al abismo de los 7.000 puntos, lo cual sería volver a las cavernas.

El émulo de Zapatero no para: hace declaraciones aquí y allá, tensa el rostro, pero siempre descarta a Rajoy y al PP. Es la tradicional “flexibilidad” socialista. Al tiempo, se queja de que su amigo Pablete parece un niño chico con pataleta, que si no se hace lo que él dice se cabrea. A lo mejor es que hay más de un niño chico en esta nueva fauna que los españoles, que somos unos cachondos, hemos votado. Yo, por si acaso, voté al PP porque más vale ruin conocido que bueno por conocer. ¿No creen?