la entrevista del domingo

“El presidente y gente mediocre de la Moncloa me convirtieron en un enemigo a batir”

Foto FRAN PALLERO
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Al concluir su intervención, el pasado lunes, en el Foro Premium del Atlántico, de DIARIO DE AVISOS, Pedro J. Ramírez volvía a ponerse el mono (con tirantes) de periodista y abría la tablet para revisar las últimas noticias que difundía El Español, el diario digital que acaba de fundar y dirige convencido de que se trata de su aventura definitiva. Aquí repasa -y repiensa- los episodios más polémicos o escabrosos y los momentos felices de su vida. Al término de la entrevista, dudó tras una pausa la respuesta a la pregunta de si piensa escribir sus memorias, acaso un proyecto arriscado para este premio Montaigne, la de historiador de sí mismo, tras sus éxitos editoriales sobre la Revolución francesa y el hallazgo de documentos inéditos del trienio liberal del siglo XIX en una testamentaría.

El látigo de los casos Bárcenas, GAL y 11M, que contaminan la vida política de este país en los últimos treinta años, irrumpe de nuevo en escena, tras ser defenestrado en El Mundo -el periódico que fundó y dirigió durante un cuarto de siglo-, convencido de que ya Nohacefaltapapel, nombre de la empresa editora. La versión online de Ramírez es frenética, minuto a minuto, como una emisora de radio televisada que se imprime en el aire, y a cada instante, mientras cena y conversa en la víspera o aguarda al día siguiente el taxi que lo traslade al aeropuerto de vuelta a la jungla de Madrid, no se separa de sus dos oficinas volantes, el iPad y el smartphone. “Hace tiempo que no cojo un periódico en las manos”, dice liberado de una adicción a cambio de otra.
A las puertas del comité federal socialista de ayer, acepta desenredar la madeja de los pactos de gobierno tras el 20D, en tanto el rey suma su segunda ronda de portavoces en las semanas en vilo. Y es lo más parecido a un cambio de ciclo, como en el 76, dice,aquel año vector que transitó entre dos épocas, “cuando lo viejo aún no ha muerto y lo nuevo no ha terminado de nacer”, afirma tomando la sentencia de Gramsci. Él mismo estuvo a punto de morir en una etapa dividida de la historia de España a manos de un etarra excompañero de colegio en 1985 -se acaban de cumplir 30 años- y está persuadido de que ahora es tiempo de consenso y periodismo. De periodismo digital, por supuesto, como le dijo en Londres Rupert Murdoch, el zar de la prensa impresa.

-¿El Español es el proyecto de su vida, tras El Mundo?

“Nunca miro para atrás, y, sí, este es ahora mi proyecto definitivo. Me siento orgulloso de todo lo que he hecho antes, pero lo pasado, pasado está y este es mi último gran proyecto. Aunque Montanelli lanzó La Voce con más de 80 años. Pero, no, todo mi entusiasmo y mi energía están depositados en El Español. Estoy siendo muy feliz al poner en marcha con mis compañeros este nuevo medio sin hipotecas, con un modelo de negocio basado en ingresos por venta de publicidad y de contenidos, con miles de suscriptores. Entraremos en equilibrio en el segundo año de vida, y en rentabilidad en el tercero. En tres meses ya somos tres millones de usuarios. Nunca pude soñar un crecimiento tan vertiginoso y acabo de perder una apuesta con los consejeros del periódico,una cena que pagaré con gusto”.

Foto FRAN PALLERO
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-Hace 35 años, debutó con 28 de director en Diario 16 para resucitar a un muerto.

“El periódico estaba sentenciado, y el propietario, Juan Tomás de Salas, habrá pensado, ‘bueno, ya que lo voy a tener que cerrar, vamos a ver si a este chico, que ha venido de América se le ocurre algo’. Lo levantamos. Fue, creo, un periódico de referencia en los años 80 de defensa militante de la democracia frente al golpismo, y de no condescendencia con González”.

-¿Usted y Felipe González son irreconciliables?

“Por mí no. Pero tengo la impresión de que él ha convertido mi demonización en una especie de coartada vital que le ahorra el darse a sí mismo explicaciones o dárselas a los demás de por qué los españoles le dieron la espalda y de por qué él va a quedar en las hemerotecas y en los libros de Historia con cosas positivas, que también las hizo, pero asimismo con el enorme baldón de haber puesto en marcha una trama de terrorismo de Estado y de haber consentido la corrupción a su alrededor”.

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-¿Cómo inició las primeras pesquisas del GAL?

“Todo se pierde en la bruma de los tiempos. Un día llegó a la redacción de Diario 16 un chico que trabajaba en Deia y se llamaba Ricardo Arques. Había descubierto pistas que eran complementarias a las que Melchor Miralles estaba ya investigando en nuestro periódico sobre la relación entre el aparato del Estado y el Gobierno con la trama de los GAL, y Deia el PNV no le dejaba publicarlo. Entonces, lo contratamos y se unió a Melchor en la investigación. El redactor jefe que se reunió con Ricardo Arques era Fernando Múgica, uno de los mejores periodistas que yo he conocido, que atraviesa problemas graves de salud. Siguiendo las pistas de Arques y una garganta profunda descubrimos un zulo en el sur de Francia, donde, enterradas en una caja, había una serie de pruebas -una pistola, una peluca, documentos de identidad falsos- que sirvieron a Garzón para llegar a los mercenarios portugueses, que identificaron a Amedo y Domínguez como los policías que les habían contratado. Fue entonces cuando el 6 de diciembre de 1988, el Día de la Constitución, Felipe González, siendo jefe del Gobierno, me abordó en los pasillos del Congreso, primero irónicamente y luego muy crispado, y señalándome con el dedo me dijo, ‘lo único que nosotros tenemos que negociar con ETA es que si ETA nos deja de matar a nosotros, nosotros les dejaremos de matar a ellos’. Una foto inmortalizó ese momento; él niega haber dicho tales palabras, pero yo sigo escuchándolas cada vez que sale a colación el tema. Ahí se fraguó mi destitución, en marzo del 89, como director de Diario 16”.

Foto FRAN PALLERO
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-¿Por qué traza un puente entre 1976 y 2016?

“En el sentido de que hay un régimen con síntomas de agotamiento como en la Transición;surgen nuevas opciones políticas; hay una gran incertidumbre y el más audaz puede cambiar las cosas, y el papel del periodismo vuelve a ser determinante. Tiene todos los problemas y los atractivos de una encrucijada, sin querer comparar el régimen constitucional del 78 con el franquismo”.

-¿Hay paralelismos entre los dos reyes, padre e hijo?

“El Juan Carlos de 1978 se parece bastante al Felipe VI de 2016. En aquel entonces, todavía no había llegado la reválida del 23F, había grandes dudas sobre si él se consolidaría en la Jefatura del Estado y no había empezado a hacer tonterías y cosas inaceptables. Hay en esto una nueva oportunidad para la monarquía”.

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-¿Qué de remoto es que su hijo pueda verse abocado, a su vez,a afrontar un disgusto militar por Cataluña?

“No, yo no creo. Como alguien decía, hay más posibilidades en estos momentos de que se movilicen los notarios que los oficiales del Ejército. El 23F fue una vacuna fulminante respecto al ridículo que hicieron los militares. Ahora estamos en la UE. Otra cosa sería si se consumara una ilegalidad y los poderes constitucionales no reaccionaran. Pero eso es impensable”.

-¿Va a haber Gobierno o elecciones? ¿Y estabilidad?

“Desde luego, a expensas de la coyuntura internacional, estabilidad hay, y la dan la Corona, la UE y el presupuesto aprobado. Pero a mí me gustaría que hubiera un presidente de consenso fruto de una gran coalición de PP, PSOE y Ciudadanos. Creo que si fracasa la investidura de Sánchez, una vez bloqueada la de Rajoy (al declinar la oferta del Rey no tuvo el sentido de Estado del que alardea), va a haber una lógica presión para que ambos dejen de ser obstáculos. Sánchez no tiene la envergadura que la ocasión requiere, y en el PSOE hay tal ansiedad en torno al mito de Susana Díaz que hasta que no se materialice y veamos lo que da de sí, va a haber un gran desasosiego. Sánchez va a ir al foso de los leones de la investidura huyendo de Susana, pues pensará ‘si muero, que sea en la gloria de la contienda parlamentaria’, y a su comité federal le preocupa que salga con la abstención de los independentistas.Todavía no hemos llegado a la fase del casting para elegir el presidente de la Gran Coalición. El anterior presidente del Congreso es un candidato posible y lo son Josep Piqué, Manolo Pizarro y, en menor medida, Gallardón. Si es un Gobierno PSOE-Ciudadanos, con la abstención del PP, tendría sentido la hipótesis de Susana Díaz o Pepe Bono.Rivera es otra posibilidad, tras sus buenos oficios para formar la mesa del Congreso. Un presidente para dos años. La Constitución permite que no sea diputado y en España hay mejor gente que en las cúpulas de los partidos. A Rajoy, a Iglesias y al sector de Susana les interesa ir a elecciones. El problema de Podemos es Susana Díaz con su patriotismo español genuino y no impostado. Hay un flanco vulnerable de Iglesias, sus relaciones peligrosas con el independentismo catalán.Y en cuanto a Rajoy, lo único que le queda -si logra seguir- es apelar al miedo a Podemos, al separatismo catalán y al terrorismo islámico. Pero creo que se llevaría una sorpresa ante el ascenso de Rivera”.

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-¿Su desencuentro con Rajoy fue por Bárcenas?

“Yo ya empecé a decepcionarme cuando en lugar de bajar los impuestos, los subió. Aquello era el timo de la estampita, una estafa. Hubo otro engaño decisivo en relación al Consejo del Poder Judicial, clave para la regeneración, pues mientras los jueces no se sientan independientes, será imposible que recaiga el justo castigo sobre los políticos corruptos. Es evidente que Rajoy protegía a Bárcenas, para que no se supiera que había cobrado sobresueldos prohibidos por la ley cuando era ministro de Aznar. Yo lo denuncié y el presidente y todo el aparato de mediocres que le rodea -gente de quinta categoría, como Carmen Martínez Castro, Secretaria de Estado de no sé qué, que era la chica de los cafés en el programa de Antonio Herrero, petarda integral; Moragas y unos cuantos más que hay en Moncloa- me convirtieron entonces en un enemigo a batir, y pasó a ser un objetivo político conseguir mi destitución como director de El Mundo. Hay una pérdida del margen de independencia de los propietarios de los periódicos, como consecuencia del hundimiento de la cuenta de resultados. Publiqué mi artículo Cuatro horas con Bárcenas y los sms del jefe del Gobierno, y, finalmente, fui destituido. En los boletines del Observatorio de la Publicidad, de AEDE, se comprueba que en esos últimos seis meses la inversión publicitaria de los grandes del Ibex cayó a plomo en el periódico y en el mismo momento que yo salgo se recuperó. Nunca agradeceré suficientemente a los propietarios de El Mundo que me hayan financiado el lanzamiento de un medio independiente como El Español”.

-Usted dijo en el Foro de DIARIO DE AVISOS que entre Rajoy e Iglesias hay complicidad. ¿Lo retira o lo reitera?

“Dije que hay una sintonía entre Iglesias y Rajoy que escandalizaría a sus respectivos votantes si tuvieran acceso al intercambio de mensajes entre ambos. En lo personal, son los que mejor se llevan, el uno juega a favor del otro. Les interesa escenificar el miedo y el odio. Un día podrá descubrirse que entre ellos había un pacto Ribbentrop-Molotov, como el de nazis y soviéticos. Aquí no hay riesgo de confrontación como hace 80 años, sino de que ambos representen un enfrentamiento cainita que no se creen ni ellos. Y creo que no les valdrá de nada. Si hablamos de las dos Españas, yo me apunto a la tercera”.

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-¿Su relación con Pablo Iglesias es fluida?

“Sí, es un hombre interesante. El más espabilado de la clase y el más audaz. Nos une la pasión por la revolución francesa, da gusto encontrar a un político con el que hablar de Danton, Robespierre o Marat. A él le gustaría ser Robespierre, el incorruptible. Pero yo lo veo mucho más con las virtudes y los defectos de Danton, por esa picaresca de que cualquier cosa que haga sea notoria: ‘Antes muerto que sencillo’. Decía Ortega que a las Cortes se viene a todo, menos a tres cosas: a hacer el payaso, el tenor y el jabalí. Iglesias hace las tres y quiere ser el tenor, pero está a un paso del ridículo”.

-¿Qué está escribiendo el “historiador autoinvitado” tras hacerlo, precisamente, sobre la Revolución francesa?

“Desgraciadamente, nada, porque El Español es un trabajo full time. El primer naufragio fue el primer libro de la materia escrito por un español y editado en Francia. ¿A qué más puedes aspirar que a lograr un bestseller y que te lo presente Giscard en un sitio como el Palacio des Invalides? Todas mis vanidades han quedado colmadas. Y, luego, para mí fue una suerte del destino descubrir el archivo de José María Calatrava, el último jefe de Gobierno del trienio liberal. Ahí aparece un general canario que defendió los últimos bastiones en la Cortadura de la bahía de Cádiz”.

-¿Se siente galdosiano?

“Siento una enorme admiración hacia Pérez Galdós, aunque su exactitud histórica deje mucho que desear. Uno de sus personajes ficticios describe a Calatrava a punto de tomar el barco para huir de Sevilla, cuando ya se había ido por tierra acompañando al rey en un viaje azaroso a través de las marismas. Pero Galdós es un gigante del periodismo y la historia”.

-¿Qué papel le reserva esta última a su favorito, Albert Rivera?

“Tiene 36 años y es lo mejor que le ha sucedido a la política española en mucho tiempo. Yo creo que va a ser la figura más importante del centro-derecha en España en el futuro. Ahora sería una carambola que fuera presidente. A veces sucede. En Borgen, la serie sobre Dinamarca, hay un desenlace de ese tipo”.

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-¿Cuál ha sido la situación más delicada de su vida?

“El 23F, cuando una unidad venía a tomar la sede del periódico (al final le ordenaron dar la vuelta), no sabíamos si para matarnos o detenernos. Yo tenía colgado de la pared un grabado de Botero, que ridiculizaba a los milicos colombianos. Entró el consejero delegado y me preguntó, ‘¿oye, qué vamos a hacer?’. Y le dije, yo lo único que voy a hacer es quitar el cuadro por si acaso. En lo personal y en lo profesional fue un momento muy complicado cuando los secuaces de Felipe montaron toda aquella historia del video. Intentaron mi asesinato civil y profesional, pero, claro, yo no me dejé matar”.

Foto FRAN PALLERO
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-¿Cómo reaccionó?

“Decidí luchar por la verdad. Dije, vamos a averiguar quién ha hecho esto y para qué. Yo no tenía que dar explicaciones a nadie más que a alguna persona de mi familia en relación con las escenas filmadas por una persona escondida. Me habían tendido una trampa. ¡Hace casi 20 años! ¡Cómo pasa la vida! La sociedad española no era la sociedad rijosa del vecino del quinto obsesionada por la sexualidad de los demás. Se equivocaron de persona y de país, y terminaron en la cárcel. Aunque Rafael Vera quedó absuelto por falta de pruebas, según la sentencia, y luego Goñi Tirapu, cuando ya era cosa juzgada, contó en una entrevista periodística que él le dio la pasta para pagar a los implicados”.

-¿Por qué ETA lo quiso matar?

“Solo sé que pretendió matarme a la salida de un partido de baloncesto. Allá por septiembre de 1995 recibo una carta de mi antiguo compañero del colegio de los Maristas de Logroño Juan Manuel Soares Gamboa, arrepentido,exmiembro del Comando Madrid de ETA, que estaba en la cárcel de Soto del Real. Y me dice literalmente, ‘Pedro,¿estás sentado? Pues siéntate antes de comenzar a leer’. Y el tío me cuenta con pelos y señales: ‘El día tal del año 85…’, en el que el Comando Madrid -por orden de Txiquierdi y Santi Potros- desarrolló un operativo para asesinarme a la salida de un partido de baloncesto en el Instituto Ramiro de Maeztu. Me explicó cómo en un piso franco en la calle de Carranza prepararon un artefacto explosivo compuesto por varias granadas unidas con una especie de sedal de pesca para ponerlas en la rueda de mi coche. Que él acudió con otro al partido para identificarme. Ese día yo no fui a ver el Estudiantes con el Joventut y salvé mi vida. Luego, en una entrevista en televisión, le pregunté, ‘¿por qué querías matarme?’ y me dijo, ‘tú eras un enemigo del pueblo vasco y yo te conocía del colegio’. Y entonces le recriminé, ‘¿pero tú te das cuenta de que si yo hubiera ido a ese partido no habrían nacido dos de mis hijos, nunca hubiéramos fundado El Mundo… ¿No os dais cuenta de lo que supone cercenar la vida de las personas?’. Él se escudaba en que ‘lo decía la organización, era monstruoso, pero era lo que había”.

-Y usted, por su parte, entrevistó a ETA.

“Más que una entrevista fue una discusión. Yo siempre había dicho que me hubiera gustado entrevistar a Txomin Iturbi, antes de que muriera, y la hermana de una periodista de Diario 16, Mamen Gurruchaga, corresponsal en San Sebastián (que había sido objeto del lanzamiento de un coctel molotov en el vestíbulo de su casa) era la defensora de uno de los miembros de la cúpula de ETA, Txelis, Santacristina, que acabó fuera de la banda. Conseguimos que me diera una entrevista y empecé preguntando por los asesinatos de niños. Es una entrevista que queda. Creo que el periodismo debe llegar a todas partes, pero no prestarse a la propaganda”.

-¿En este género que nos convoca, cuál fue su mejor trabajo?

“La entrevista que le hice a Ortega Lara, cuando ya no era director de El Mundo, que se publicó en el suplemento Crónica, fruto de varios encuentros en los que reconstruyó, como no lo había hecho nunca con nadie, su cautiverio y especialmente su dilema moral cuando había decidido suicidarse, las conversaciones que mantuvo en voz alta con Dios para explicárselo”.

-¿Amén de la ciudadanía, qué presidente puede decir que acabó con ETA?

“Técnicamente, Zapatero terminó con los atentados, pero Aznar tiene muchísimo mérito en haberle plantado cara hasta debilitarla. Yo creo, que es un triunfo del sistema democrático frente a la barbarie”.

-¿Qué opinión tiene de Aznar?

“Tengo muy buena opinión de los años de Aznar, sobre todo de la primera legislatura. Lo de Irak y otras cosas fueron un desastre, como el dedazo del sucesor”.

-¿Por qué con Zapatero se llevó tan bien?

“Y seguimos teniendo buena relación, como con Aznar. Con los ex, menos con Felipe. Yo creo que Zapatero es el ser humano más normal y quizá la mejor persona que ha pasado por la Moncloa. Desde luego, es la persona a la que el poder ha cambiado menos. Y la que mientras lo ejerció se comportó de la manera más normal, pese a las críticas, y vaya si las hubo y yo se las dirigí. Lo del talante de Zapatero no es una impostura, es verdad”.

-¿Su afán por ahondar en el 11M a qué le condujo?

“Me siento muy orgulloso del empeño de buscar la verdad del 11M, muy frustrado por no haberla conseguido y muy sereno porque por mí no ha quedado. Hay injusticias clamorosas como que un pobre inocente como Jamal Zougam se vaya a morir en la cárcel”.

-¿Inocente pese a la condena milenaria?

“He hablado con gente del SUP (Sindicato Unificado de Policía) que no tiene ninguna duda de que Zougam es inocente. Un tipo al que se le condena porque lo han reconocido dos rumanas, a las que a cambio se les ha dado la nacionalidad y la indemnización correspondiente. Un tipo que estuvo hasta las doce de la noche del día anterior en el gimnasio levantando pesas, en vez de purificándose ritualmente, cuyas huellas no aparecen en ninguno de los escenarios, y que lee en la prensa que han encontrado la mochila de Vallecas con un lote de tarjetas de móvil vendidas en su locutorio. Si él hubiera intervenido, habría puesto pies en polvorosa. Vamos camino de doce años de los hechos y sigue proclamándose inocente en vez de reivindicar con orgullo yihadista los muchos infieles que mataron las bombas”.

-¿Recogerá El Español ese testigo de El Mundo?

“Yo no estoy obsesionado con el 11M, pero, desde luego, cualquier nueva pista la aprovecharé para seguir insistiendo. Cuando termine el siglo XXI, uno de los hitos será el día en que mataron a ciento noventa y pico personas para alterar un proceso democrático sin que fuéramos capaces de averiguar quién, cómo y por qué”.

-¿Cómo se fraguó su amistad con Umbral?

“Ágatha lo conoció antes que yo y lo convenció de que se viniera a Diario 16 cuando él salió tarifando de El País. Era el padrino de nuestra hija Cósima. Su muerte fue para mí algo muy triste, perdí a un gran paladín. A Mariano le hubiera salido más cara todavía mi destitución como director de El Mundo si hubiera estado Paco”.

-¿Por qué antes de morir dijo aquella metáfora, al encuentro de las musas: “las uvas doradas”?

“Me lo contó María España, su mujer, y escribí una columna con ese título. Él tenía un universo onírico, literario, y el fulgor de la uva amarilla significaba el esplendor de la vida”.

-¿Le hubiera gustado dedicarse al periodismo en Estados Unidos?

“Si hubiera sido norteamericano, sí. El Watergate me impactó y quería volver para contribuir a que aquí pasaran esas cosas. Desayuné con Ben Bradlee, a los diez años de que aparecieran los GAL, tras las condenas de Barrionuevo y Vera por el caso Marey, en un simposio de la Asociación Mundial de Periódicos, en Washington. Él se acordaba de cuando yo le había entrevistado en las Navidades del 73, y me dijo, ‘cuando supe lo que habíais descubierto y publicado fue cuando por primera vez me di cuenta de que era verdad lo que había dicho el portavoz de Nixon de que el caso Watergate era una ratería de tercera’. Comparado con matar a veintitantas personas, efectivamente, lo era”.

-Tras la pista de los crímenes de Estado, llegó a la equis del caso Cubillo?

“En tiempos de Diario 16 publicamos cosas y todo llevaba a Martín Villa”.

-¿La relación periodismo-poder qué no ha de ser?

“Los periodistas cortejamos a los políticos y ellos a nosotros. Pero somos el perro y el gato persiguiéndonos mutuamente alrededor de la mesa camilla en que está la sociedad. Compartimos la pecera: el periodista puede elegir qué anzuelos se traga, lo que no puede es estar fuera de la pecera, porque en ella está la información. Siempre me resultó más cómoda la relación con la oposición que con el poder. Es el tejer y destejer, el mito del holandés errante, que regresa una y otra vez al puerto a reiniciar la historia del desengaño”.

-¿Cómo es la vida al lado de Ágatha Ruiz de la Prada?

“Vivir con Ágatha es muy divertido. Ella es una persona que siempre pone cosas en marcha y está en continuo movimiento, aunque a los dos lo que más nos gusta es leer, y entonces el show se detiene. En casa se lee y la tele está apagada, salvo por algún partido de baloncesto, el deporte que más me gusta, además del pádel semanal, o alguna serie, y cuando pasa algo como lo de París”.

-¿Por qué se siente vetado en las tertulias televisivas?

“Pues porque el último poder fáctico de España es el duopolio televisivo, y tanto el señor Vasile como Mauricio Casals, dos señores de horca y cuchillo que controlan los grupos audiovisuales, en sintonía con el Gobierno y los poderes empresariales, consideran mis posiciones y las de El Español peligrosas dentro del espacio liberal”.

[sws_grey_box box_size=”100″]EL PLANTÍGRADO HERIDO

En una división taxonómica de los oficios figuraría, con toda propiedad, la de periodista de raza, y en ella suelen decir los así catalogados que no hubieran servido para otra cosa. Esa es la percepción que tiene de sí mismo Pedro J. Ramírez, que se define en el seno de una familia numerosa de Logroño -el mayor de seis hermanos- como alguien irremisiblemente abocado al periodismo, que, en otro caso, habría sido un inútil. “Engrosaría las listas del fracaso escolar”. Un empeño sin antecedentes ni vuelta de hoja: “No había tradición en mi familia, pero nunca quise ser otra cosa en mi vida que periodista. Me imagino a mí mismo como ese niño de Los 400 golpes, la película de Truffaut, que al comienzo va recorriendo la ciudad en la penumbra para ir a ver la cartelera del cine en la que ponen Ciudadano Kane. Yo no es que quisiera ser Ciudadano Kane -el magnate de la prensa-; yo quería ser periodista, y tengo la suerte de haberme dedicado probablemente a la única cosa para la que tengo aptitudes”. El padre, un pequeño empresario de la construcción que optó por gestionar un parking municipal cuando el negocio dio síntomas de flaqueza, no lograba entender la inusitada vocación del hijo. “Vale, si te da por esa locura, estudia al menos también otra carrera seria para que tengas con qué ganarte la vida”. Pero, en los primeros compases se apeó del Derecho, esa otra carrera con fundamento que trató de compatibilizar con Periodismo, y tomó un rumbo inequívoco para siempre. “Los dos, mi padre y mi madre, ya murieron, pero siempre he pensado en lo sorprendidos que quedarían si vieran que con lo que me he ganado la vida, y bastante decentemente, ha sido con el periodismo”. El que le llevó a cenar con Clinton en Mallorca, conversar en la Casa Rosada con Raúl Alfonsín o viajar en helicóptero con Belisario Betancourt sobre el Nevado del Ruiz. Empezó haciendo prácticas en La Nueva Rioja, en su ciudad, y, más tarde, en ABC pasó por Deportes antes de recalar en Política. En la aventura de El Español -un homenaje al diario del mismo nombre que fundó en Londres, en el siglo XIX, el periodista y pensador Blanco White, donde este arponero ingenuo se vuelca a los 63 años como cuando a los 21, en tiempos de Franco y Carrero,se mudó a Estados Unidos con una beca y fue testigo del Watergate, cuenta con una subdirectora, María Ramírez, su hija mayor, con lo que puede decirse que aquel niño de Logroño rara avis que quería ser periodista ya ha creado, incluso,una estirpe propia. No es fácil poner en órbita un medio de comunicación, ni para quien lo ha hecho antes con éxito, pero en su primer trimestre de vida, ya algunos aireaban supuestas fricciones y trasvases de personal. Ramírez, que admite los contratiempos tecnológicos de las primeras semanas de andadura,celebra, sin embargo, el logro de haber llegado a tres millones de seguidores tras romper el cascarón del crowdfunding. Sus buitres privados que sobrevuelan la web se preguntan si tiene caja de resistencia, y él responde que sí,hasta que llene su mundo de flores (la canción de Serrat, Quasi una dona, que escuchaba en el ámbito catalanista de los abuelos maternos). A media voz, en una sala vacía del hotel Mencey, rodeado de acantilados y roquedales de Martín González, el veterano periodista regresa a los primeros pasos de su escalada en este oficio de vértigo. Se ve delante deBen Bradlee, el mítico director del Washington Post, en la cumbre de su éxito enfrentado a Nixon, entrevistándolo sobre el caso Watergate, y de Mrs. Graham, la presidenta irreductible del diario en esa edad de oro, ambos ya fallecidos, y se alegra de haber conocido entonces a la pareja de ídolos de la prensa mundial en los años 70: Woodward y Berstein. Superviviente de mil y una batallas campales analógicas detrás de la pistola humeante (la prueba irrefutable),crea este diario digital con la lección aprendida: según sostiene, fue destituido dos veces como director de un medio por la mano alargada del poder. Pero en ocasiones al poder le tiembla la mano. Ese fue el origen de una escena periodística que se convirtió en un feliz scoop con repercusión mediática internacional. Sucedió en el Kremlin, con Pedro J. Ramírez como único periodista español presente en la cena de Estado del Rey Juan Carlos y el breve estadista Chernenko. Este, que permaneció un año escaso al frente de la URSS, era un político ausente, envuelto en rumores sobre una grave enfermedad, cuando esa noche de 1984, Ramírez le estrechó la mano. “Chernenko llevaba meses sin dejarse ver en público. Y aquella fue su reaparición. Comenzó a saludar a los comensales y describí mi apretón de manos con él. Dije que había sentido el temblor de su pulso como el de un plantígrado herido. Y esa expresión de mi artículo salió en la portada de The New York Times y de los grandes periódicos del mundo al día siguiente. Era la primera oportunidad que tenía un periodista de ver y poder contar el aspecto físico del dirigente soviético efímero, que poco después murió”. [/sws_grey_box]