a contracorriente

Guerras civiles – Por Enrique Arias Vega

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha advertido de la posibilidad de una guerra civil tras el triunfo de la oposición en las elecciones parlamentarias. Ese reconocimiento y esa amenaza enfatizan el hecho de que ya se han acabado las guerras internacionales, en las que se enfrentaban los ciudadanos de una nación contra otra, al margen de su condición social, ideológica o política. Tal fue el escenario de la primera guerra mundial y hasta el de la segunda, donde alemanes y japoneses se alinearon tras el brutal expansionismo imperialista de sus regímenes respectivos.

Hoy, todo es enfrentamiento ideológico, es decir, de guerra civil entre quienes piensan de forma diferente. Sucede entre el chiismo y el sunismo, ramas del mismo tronco coránico, y se proyecta en los conflictos armados de Siria, Irak, Libia, Nigeria,… En este mundo global han terminado prácticamente los conflictos entre nacionalismos antagónicos, como los que propiciaron el nacimiento de muchos países del Tercer Mundo en los años 60 del siglo pasado. Ahora, todo son guerras internas, hasta las del terrorismo.

Lo es en obviamente en Egipto, por ejemplo, donde el yihadismo de los Hermanos Musulmanes y sus congéneres busca perjudicar a sus compatriotas, destrozando la industria turística con sus bombas. Pero también lo es en Europa, donde el fanatismo islamista mata indiscriminadamente en busca de conseguir ese continente musulmán que pretendió imponer en el siglo VIII desde España, por el oeste del continente, y en el XVI desde Hungría, por el este.

El peligro para la paz mundial no radica, por consiguiente, en enfrentamientos nacionales, ya superados, sino en ideologías que socavan la convivencia interna. Si nos dejamos arrastrar por esa corriente autodestructiva, estamos apañados.