por qué no me callo

La imagen del mal, la mala imagen

Me imagino el mal muchas veces. La imagen del mal nos conmociona. Confieso que este artículo se ha ido haciendo a retazos, a medida que la semana nos deparaba argumentos acerca del mal, su imagen e imaginación. Los ataques sexuales masivos en Nochevieja de presuntos refugiados (la palabra del año según Fundéu) en varias ciudades alemanas comenzaron golpeándome como una de esas pesadillas que nos atormentan más, si cabe, al desvelarnos y reconstruirlas en sus mínimos detalles. La imaginación del mal es ilimitada como su imaginería; con insólita frialdad, un joven de veinte años ejecutó en el califato sirio islamista a su propia madre en la puerta del trabajo con un disparo en la cabeza cumpliendo la condena del Isis por pretender ella que su hijo abandonara las filas terroristas. Vemos continuamente cruzar la raya de la violencia endógena de nuestro tiempo; cada nueva salvajada supera la anterior. Compruebo con estupefacción, al mismo tiempo, cómo se asienta la moda de llevar barba salafista entre jóvenes que no saben qué inventar en la molicie de llamar la atención con desgana por la calle. Pues en esa espiral de violencias de cuño nuevo, irrumpieron de noche en el guion de los horrores las hordas de un millar de machistas ciegos de alcohol y otras sustancias en Alemania, que acosaron, agredieron y violaron -al menos en dos de los casos- a más de un centenar de mujeres en Colonia, Berlín, Stuttgart, Hamburgo, Fráncfort… Las besaban groseramente, las vejaban o forzaban, al parecer, bajo un plan premeditado que repugna. En la calle se cruzaban mujeres entre sollozos en la noche bajo el desamparo policial, que ha costado el cargo al jefe del cuerpo. Como quiera que algunos de los detenidos son extranjeros solicitantes de asilo -de la guerra siria-, Merkel ha visto arruinarse estos días su política de bienvenida (wilkommenskultur), con la que abrió las puertas el año pasado a más de un millón de desplazados, y anuncia una marcha atrás en las medidas de asilo a los condenados. La execrable cacería sexual en uno de esos países referentes de la alta sociedad europea abona las tesis ultras y xenófobas de los nuevos movimientos que amenazan la convivencia pacífica en Alemania. Los hechos no han sido esclarecidos, lo cual me aconseja aplazar conclusiones definitivas. En paralelo, vengo prestando, como se sabe, una atención casi clínica al regurgitar político de las tripas del PSOE y otros partidos a raíz del 20D, pendiente de conocer sus movimientos reales y no tanto teatrales, dado que la pelota de la gobernabilidad (la Fundéu toma nota para el ranking siguiente) está en su tejado. Pedro Sánchez viaja hacia el pentapartito de izquierda-independentista como un bonzo tras el acuerdo de Junts pel Sí y la CUP. Sin dejar de entender sus reticencias con el PP, que nunca creí insalvables (desde agosto como poco hay constancia de contactos confidenciales entre ambos partidos para acercar posturas llegado el caso, que llegó, en efecto, el 20D), se queda sin margen de maniobra para sobrevivir en política si deja pasar esta oportunidad. Hemos visto las dos almas del PSOE, de la mano de tres canarios socialistas cualificados: de una parte Jerónimo Saavedra y Eligio Hernández (partidarios de un pacto de investidura entre los grandes partidos) y de otra, Manuel Medina (claramente decantado a favor del pacto de izquierdas). Las declaraciones de los tres, que han salido a la luz en los micrófonos de ¡Viva la Radio! y las páginas de DIARIO DE AVISOS, han tenido recorrido nacional ante las dudas de su partido. Los borborigmos del PSOE son ya un culebrón. Denotan la falta de imaginación, el mal que padece junto a otros en mala hora. Lo cual abunda en la mala imagen de la política. Entre las opiniones sobre la emergencia poselectoral que justificaría ese pacto de responsabilidad (el país se enfrenta a una ciclogénesis explosiva como nunca: Cataluña, Crisis y Constitución, las tres ces), el exfiscal general del Estado ha invocado, además, el regreso de Felipe González a la primera línea política al frente del PSOE, dado el momento de emergencia (en línea con una tradición política legendaria en Europa de grandes líderes provectos al rescate de sus países: Miterrand, De Gaulle, Churchill, Adenauer, Kohl…). Una iniciativa que podrá ser todo lo discutible que se quiera en medio de esta fiebre de renovación, pero que, una vez planteada, invita a darle vueltas en la cabeza. La mía se ha abandonado este fin de semana a evasiones casi extrasensoriales bajo el hechizo de un paseo por las vaguadas húmedas de El Cedro. Y una vez de regreso a la civilización, me asaltan las dos noticias luctuosas, casi simultáneas, del adiós de Nivaria Tejera y Carlos Vílchez. A la escritora cubano-canaria residente en París la conocí y entrevisté de la mano de Antonio Álvarez de la Rosa, y respecto a Carlos, el crítico que vivía en el Auditorio desde su apertura como un personaje absorto de ópera y que murió casi con la edad prematura de Guy de Maupaussant -el cuentista del que nos ha dado cuenta Álvarez de la Rosa-, solo puedo decir que me resulta una muerte inapropiada, injusta. Hay muertes que incomodan más que otras (cuando la muerte se equivoca…) porque están fuera de lugar.