crítica

Jesús Arencibia, el pintor de la soledad

Entre los grandes muralistas canarios tenemos que citar a Jesús Arencibia (1911-1993), nacido en Tamaraceite, Las Palmas de Gran Canaria. Hoy hace 74 años que expuso en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife. En una ocasión me dijo que nació pintando. Desde que tenía uso de razón estuvo siempre rodeado de papeles y colores, con los que comenzaba a poner el embrión de lo que más tarde serían sus grandes obras de arte, especialmente murales de tipo religioso o de escenas campesinas.

Hombre recto, de técnica precisa, con profundo sentido de la vida, se forma en serio en el arte cuando descubre la Escuela Luján Pérez, forja de grandes artistas plásticos canarios. Allí compartió experiencias con su fundador, Fray Lesco, Eduardo Gregorio, Santiago Santana, Felo Monzón…, si bien Arencibia tenía su estilo propio, lejos de cualquier influencia, que iba a marcar un hito en la forma de concebir y hacer pintura contemporánea.

Entre 1942 y 1947 estuvo becado por el Cabildo de Gran Canaria, para hacer la carrera superior de Bellas Artes en la Escuela de San Fernando de Madrid. Antes de marchar a sus estudios, en 1937, expone en el Museo Canario y en 1942 inaugura, en el día de Reyes, en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, del que era presidente el gran acuarelista Francisco Bonnin Guerín (hace ahora 74 años).

En Madrid conoce a grandes pintores como Vázquez Díaz y Stolz y al escultor Adsuara, que sería su profesor de dibujo y ejercería una enorme influencia en el joven pintor canario, que se reflejaría más tarde en su obra volumétrica, con perspectivas atrevidas, fuera de lo normal. En 1948, por iniciativa del marqués de Lozoya, entonces director general de Bellas Artes, concurre a la primera Exposición de Artistas Canarios, celebrada en Madrid. El Museo Nacional de Arte Moderno adquiere una obra suya, titulada La mesa del cartujo.

En 1954 obtiene el primer premio de pintura en la VI Exposición Bienal de Artes Plásticas, organizada por el Gabinete Literario de Las Palmas. El sentido místico religioso de Jesús Arencibia le lleva a la realización de obras de grandes dimensiones. Tal vez porque así se sentía mas cerca de Dios. El mejor medio era el mural, al fresco o a la encaústica, que trata con gran fuerza expresiva y sobriedad de línea y color. Aunque sus temas preferidos eran los religiosos, el hombre canario y su entorno siempre estuvieron presentes en su obra. Utilizaba por una parte el impresionismo y por otra el expresionismo, pero siempre con su estilo propio. De algún modo, bebía de ambas fuentes.

La pintura de Arencibia es tremendamente humana, sencilla, sobria y equilibrada. Con una idea muy clara de la síntesis. Decía en cierta ocasión que su pintura se iba simplificando tanto en el dibujo como en el color, y que llegaría un día que no sabría cómo pintar. Alguien dijo de la pintura de Arencibia que tiene la religiosidad de Zurbarán, la mística contemplativa de El Greco, los garabatos trágicos de Goya y las máscaras sangrantes de Solana. Fuerteventura fue sublime para él. Sus paisajes se volvían místicos en sus pinceles, contrastando el blanco de la cal virgen de sus casas, tumbas enjalbegadas, como las llamara Miguel de Unamuno. En la plástica de Arencibia encuentro música de Johann Sebastian Bach y cantos gregorianos que recorren los Valles de Santa Inés, Betancuria y Río de Palma.

Arencibia es uno de los grandes muralistas canarios del siglo XX, pudiendo codearse con sus colegas mexicanos Rivera, Orozco, Cisqueiro y Tamayo. Su pintura está repartida en colecciones particulares, iglesias, edificios públicos, centros académicos y museos. En Tenerife lo recordaremos por la gran exposición titulada Colón, y los olvidados, en el Centro de Arte La Recova, un homenaje a todos aquellos que acompañaron al Almirante al descubrimiento de Las Indias y nadie los nombrara. Fue su última exposición en nuestra Isla.

Su tierra lo ha distinguido con una calle, Pintor Jesús Arencibia, así como el Ayuntamiento de Santa Brígida, en Gran Canaria.