in memoriam

Josefina Pérez Benítez – Por Sara Ferrera

El pasado 4 de enero, se produjo el óbito de Josefina Pérez Benítez a la avanzada edad de 106 años. Se nos fue la persona que nosotros pensábamos que nunca se iba a marchar de nuestro lado… Año tras año, siempre estaba ahí, en su casa de Santa Cruz, recibiéndonos con su amplia sonrisa… Pero aquí nadie es eterno y entregó su alma a Dios después de una larga y fructífera vida, en plenas fechas navideñas, que a ella tanto le satisfacían. Doña Josefina nunca perdió la ilusión de la niña que llevaba en su interior, pienso que su alegría y curiosidad, que permanecieron intactas en su persona, por todo lo novedoso, la hizo tan longeva, junto, claro está, con su estupenda genética.

Fue maestra de Arafo durante 40 años, de 1933 a 1973. Oriunda de Santa Cruz, en Arafo se casó y nacieron sus tres hijos. Dejó una huella indeleble en sus alumnas y en el pueblo al que tanto amaba. Ha sido una excepcional maestra, adelantada a su época, que realizó una labor extraordinaria, ejemplar y admirable. Impartía todas las materias con una maestría indiscutible. Anhelaba, como todo buen profesional con vocación, que la formación de sus alumnas fuera lo más completa posible. Adoraba el teatro, que ella misma escribía para que sus niñas lo representaran, la música, la poesía, las manualidades, la pintura (con hermosos cuadros en su haber, algunos de ellos pintados cuando estaba cerca de los 100 años).

Aunque ha transcurrido mucho tiempo de su retirada de la enseñanza, su gran labor docente, su trato afable, su exquisita educación, su presencia y ayuda en todo lo que se le requería, permanecen en el recuerdo de los araferos. En 2002 se le nombró Hija Adoptiva de Arafo durante las fiestas patronales. Esta alta distinción se le entregó en reconocimiento a un trabajo difícil, la docencia, que conlleva gran esfuerzo y vocación. Ella realizó una tarea educacional impagable. Doña Josefina fue además la pregonera de estas fiestas. Con sus 93 lúcidos años, nos dio a conocer un pregón hermoso e interesante que nos dejó a todos maravillados.

No fui su alumna, pero siempre sentí aprecio y admiración por esta persona de relevantes cualidades humanas e intelectuales. Nuestra amistad se incrementó a partir de un artículo que le escribí con motivo del nombramiento anteriormente citado. Al vivir las dos en Santa Cruz, comencé a verla con asiduidad y nuestra amistad llegó a ser importante con un gran cariño compartido.

Tanto en el velatorio como en el posterior sepelio en Arafo, numerosas personas fueron a darle el último adiós a su maestra, a su amiga, y a saludar y acompañar, en esos difíciles y tristes momentos, a sus hijos y demás familia. Nos consuela saber que el grato recuerdo que nos deja perdurará en nuestra memoria y en nuestro corazón.
Descanse en paz la querida amiga, ejemplar maestra y extraordinaria persona.