Las bases de un país serio, creíble y soberano son el respeto que sus habitantes y gobernantes tienen por el Estado de Derecho, sus leyes y las instituciones que se dieron al constituirse.

Violarlas motivó que, durante el siglo XX, Latinoamérica fuera sometida a una permanente inestabilidad causada por desestabilizaciones a veces soliviantada por Estados Unidos y la extinta Unión Soviética, que crearon en el Nuevo Continente otro frente de su Guerra Fría valiéndose, para ello, de cuanto enemigo interno de ese Estado de Derecho, leyes e instituciones tuviere a su alcance en cada país latinoamericano, impidiéndoles crecer al mismo ritmo que, inclusive, una Europa desvastada por guerras mundiales, civiles y de secesión.

Visto lo visto por estas costas los últimos días, en que sin injerencias de Moscú y Washington, pero sí de otros, algunos políticos locales intentan balcanizar España y desprecian las bases que le convirtieron en un país serio, creíble, soberano y respetado, inclusive con juramentos y puestas en escena ridículas, debería invitárseles a revisar ese convulsivo pasado latinoamericano, donde desestabilizaciones, injerencias externas, y desprecio por Estado de Derecho, leyes e instituciones, llevaron a la implantación de totalitarismos, genocidios, desigualdad, exilio, aislamiento internacional, e inclusive pérdida de territorio.

Y también el presente, donde pese a modelos democráticos electorales, en varios países campea aún la desestabilización, la sumisión de poderes del Estado a líderes que, repitiendo tics de dictaduras no electas, imposibilitan todo crecimiento, integridad territorial, unidad social y credibilidad internacional. No ver esas consecuencias pasadas y presentes latinoamericanas es de ciegos. De un lado y otro del Atlántico “a quien le quepa el sayo, que se lo ponga”, pues no hay peor -y mas peligroso- ciego, que un político que rechaza ver las consecuencias de despreciar las bases de un país serio, creíble y soberano.

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