avisos políticos

Limbos políticos

Todo el mundo, y en primer lugar los socialistas, le dice a Mariano Rajoy que ha ganado las elecciones, que es la candidatura más votada y que, por consiguiente, debe intentar formar Gobierno. Pero todo el mundo sabe también que la abstención de Ciudadanos no es suficiente, y que si el PSOE no se abstiene en la investidura el Partido Popular no tiene ninguna posibilidad: la aritmética parlamentaria es muy tozuda, y ni permite atajos ni se deja engañar. Además, aunque esa abstención se produjera, el hipotético Gobierno de los populares sería un Gobierno en minoría e inestable, que tendría que pactar trabajosamente con la oposición mayoritaria cada iniciativa y cada medida legislativa. En esas condiciones, la Legislatura sería la más corta de la democracia y los españoles tendríamos que volver muy en breve a las urnas. Y lo peor es que los mercados acusarían la debilidad y la inestabilidad gubernamental, y la economía española perdería gran parte de lo avanzado en los últimos tiempos; entre otros indeseables efectos, por ejemplo, se dispararía la prima de riesgo. Hasta ahora, los mercados han reaccionado con cierta calma porque confían en que habrá un acuerdo entre los grandes partidos, con o sin Rajoy. Pero esa calma no va a ser eterna.
Junto con Rajoy, Pedro Sánchez ha sido el otro gran derrotado en estas elecciones, porque el hundimiento de Izquierda Unida ya estaba anunciado por Podemos. Aunque parecía que no iba a ser seriamente cuestionado, ahora comprobamos que su futuro dependía del resultado electoral, y, en consecuencia, que su posición dentro del partido ha quedado muy debilitada después de haber obtenido los peores resultados electorales socialistas de toda la democracia. Está intentando hacer lo que cree que le conviene no al partido ni mucho menos a España, sino a su futuro político. Piensa que facilitar un Gobierno popular le debilitaría aún más (además de la antipatía personal que le enfrenta al presidente en funciones, a quien insultó gravemente en el debate electoral, antipatía que es recíproca), y cifra su única posibilidad de sobrevivir políticamente en lograr un pacto con Podemos y otros grupos para encabezar lo que sería presentado como un Gobierno de cambio, un Gobierno social garante del Estado del bienestar. El problema es que sería un Gobierno que hundiría de nuevo a la frágil economía española: las políticas que nos impone Europa no tienen alternativa, y su trasgresión conduce a Grecia y al rescate.

Ese Gobierno puede ser lo mejor para Pedro Sánchez, pero lo peor para su partido. Sería lo que los rusos llaman el abrazo del oso. Porque el problema socialista es que las diferencias con Podemos no residen solo en el referéndum de autodeterminación para Cataluña y las otras Comunidades que lo deseen; el problema es que Podemos y sus marcas afines son fuerzas antisistema, cuyo objetivo es precisamente destruir el sistema. Esa destrucción está en lo más íntimo de su naturaleza y es su razón de ser. Y el PSOE, aunque algunos socialistas como su actual secretario general no se hayan enterado, forma parte del sistema.

Es sabido que la democracia interna en los partidos españoles brilla por su ausencia, pero, aún así, sonaron muy duras las manifestaciones del líder socialista en el sentido de que la política de pactos del partido la decidía la dirección federal, o sea, él mismo. No tardaron Susana Díaz y la mayoría de los llamados barones territoriales socialistas en recordarle que los Estatutos del partido establecen con claridad que esa competencia es del Comité Federal. Por eso, antes del Comité del pasado lunes, se vio obligado a reunir a los barones para intentar llegar a un acuerdo que impidiera su enfrentamiento en el órgano directivo del partido. Y el acuerdo dejó las cosas en el aire. Pedro Sánchez consigue ganar tiempo, lo que siempre es importante en política, porque la fecha del próximo Congreso, que es la cuestión esencial y en donde le espera Susana Díaz -Carme Chacón interpuesta o no-, no se decidió ahora, sino será fijada en enero, en otra sesión del Comité Federal. En contrapartida, ha tenido que aceptar una condición muy estricta -las denominadas líneas rojas- para negociar futuros pactos de gobierno. La condición de los barones le exige rechazar cualquier pacto con partidos que pongan en duda la unidad territorial de España, que no renuncien a su exigencia de que el PSOE acepte la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña.

Ha sido una solución de consenso muy transitoria. El futuro político de Pedro Sánchez pasa por conseguir aglutinar una mayoría gubernamental de izquierdas liderada por él mismo, lo que significa convencer a Pablo Iglesias de que debe posponer su demanda de referéndum catalán de autodeterminación en aras de un bien superior: la constitución de un Gobierno de izquierdas que acabe con Rajoy. El problema es que Pablo Iglesias está tan interesado en acabar con Rajoy como en hacerlo con el PSOE, y piensa que la repetición de las elecciones le dejaría cerca de conseguirlo. En ese escenario, Pedro Sánchez perdería el próximo Congreso socialista y se uniría a Rajoy en el limbo de los políticos fracasados. Al final, en ese limbo, los dos van a tener más tiempo del que sospechaban para seguir intercambiando improperios, descalificaciones y cifras estadísticas amañadas, que los ciudadanos ni entienden ni les importan.