tribuna villera

Maduro juega con fuego

He de reconocer que Venezuela junto a Cuba son dos de mis debilidades sociopolíticas, como bien escribió Sánchez Parodi. La razón habría que buscarla en los ancestros familiares. Pobres y ricos, trabajadores y profesionales, aunque siempre me pregunté por qué los canarios emigraban a América. Aventados por la pobreza que caracterizaban las Canarias, explicó Rómulo Betancourt (AD), en uno de sus primeros discursos cuando presidió la República de Venezuela. Lo había vivido en sus carnes cuando su abuela se embarcó llevando en brazos a su padre Luis, recién nacido en la Villa de Arriba de La Orotava, a finales del siglo XIX. También algunos de mis compañeros de colegio se habían visto obligados a marcharse a Venezuela por razones sociolaborales de sus familias. Lo conté en Venezuela y Canarias a través de Rómulo Betancourt, que escribí después de que acompañara a Rómulo en 1981, cuando los vecinos del Farrobo lo invitaron a La Orotava a que conociera la tierra de su padre. Luego tuve la oportunidad de conocer a Lusinchi, candidato de AD en 1982 a la presidencia de la República. También a Rafael Caldera (COPEI) cuando venía a La Gomera, y en Caracas saludé a los presidentes Herrera Campins (COPEI) y a Carlos Andrés (AD). Finalmente conocí a Hugo Chávez en Bruselas, durante mi etapa de eurodiputado cuando alcanzó la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela y cambió la Constitución de 23 de enero de 1961, en la que habían participado Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, entre otros. De todos ellos escuché opiniones y valoraciones diferentes, incluso de Jaime Lusinchi, médico pediatra bonachón, cuya trayectoria política fue recordada cuando sus exequias en el cementerio del Este por el político Carlos Canache Mata, quien le recordó su último mensaje al Congreso de Venezuela: “La democracia no se conquista para siempre, ni la igualdad ni la libertad”. Canache Mata fue el personaje que vaticinó un mes antes del 6D de 2015 la debacle electoral del grupo político oficialista y preguntó en voz alta lo que iba a hacer el Gobierno, porque Maduro había dicho que si perdía el control de la Asamblea Nacional “gobernaría con el pueblo y con una alianza cívico-militar, pero que la revolución no sería entregada jamás”. Entonces me vino a la memoria la popular Constitución bolivariana venezolana, aprobada en 1999, y su famoso artículo 350. Por ello entiendo que Nicolás Maduro no sabe lo que dice y hace, y está jugando con fuego. Es un ejercicio muy peligroso sobre todo cuando el barril del petróleo ha bajado tanto. ¡Hasta aquí hemos llegado! ¿Lo recuerda?