nombre y apellido

Margarita Alexandre

Su sentido de la libertad y la justicia la enfrentaron a dos regímenes totalitarios: el franquismo que, por medio de la censura torpe e inflexible, abortó sus proyectos cinematográficos; y el castrismo, cuya implacable represión de toda disidencia, rompió su sueño jacobino. Fallecida en el pasado diciembre, la leonesa Margarita Alexandre (1923-2015) fue actriz y meritoria hasta la creación de Nervion Film, junto al madrileño Rafael Torrecilla (1927-2005) que, tras su boda fallida y separación amistosa de Juan Melgar y Rojas, Conde de Villa Monte, se convirtió en su compañero profesional y sentimental. El primer trabajo conjunto fue Cristo (1953), un experimento que, con una truca artesana operada por Juan Mariné, rodó 1.500 cuadros de los siglos XVI, XVII y XVIII del Museo del Prado sobre la vida, muerte y resurrección del Carpintero de Nazareth. A este empeño le salió un insólito valedor -nada menos que Francisco Franco- que lo declaró de Interés Nacional. Pero este gesto fue sólo un espejismo porque enseguida los censores se ensañaron con ellos y los guiones, imágenes y diálogos padecieron la mutilación de las tijeras. La pareja abandonó el país en los primeros sesenta para instalarse en la Cuba de Fidel Castro y participó en distintas acciones culturales; invitados por su director in pectore Alfredo Guevara, en la creación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica. La competencia y creatividad de ella, su espartana administración de los mínimos recursos y su talento para organizar historias y descubrir actores fueron determinantes en la producción de las primeras películas de Gutiérrez Alea y los títulos más relevantes del cine revolucionario. Pero su independencia de criterio y sus protestas por la suspensión de proyectos y publicaciones -entre otras, Lunes de Revolución, dirigida por Cabrera Infante- hicieron de “la camarada productora ejecutiva” una intelectual burguesa y bajo sospecha, que perdió su empleo y fue expulsada del Icaic. Fundó y dirigió el Teatro Musical de La Habana y cesó, después de asentar este centro, bajo la acusación de acoger “disidentes, conspiradores, homosexuales, vagos y delincuentes”. Torrecilla, que había ocupado asesorías en la administración y una consejería en la embajada en Italia, sufrió también la represión y, tras tediosas gestiones y mediaciones externas, abandonaron Cuba en 1971 y se instalaron en Roma, donde continuaron con la ilusión de los noveles sus sueños de cine.