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Miraflores y la Asamblea cavan las trincheras

El inicio de la legislatura en Venezuela ha sido todo lo atropellado que cabía esperar por parte de un oficialismo que no ha sabido digerir democráticamente el varapalo que recibió el pasado mes de diciembre en las urnas y con una oposición que ha puesto en marcha el reloj -6 meses- para presentar el revocatorio y tumbar al actual Gobierno, tal y como anunció el propio presidente de la Cámara, Henry Ramos Allup, en su toma de posesión. El expresidente de la Asamblea Nacional y número dos del chavismo, Diosdado Cabello, ya se ha encargado, por su parte, de decretar la ilegalidad del Parlamento y de todas las leyes que salgan de esta institución, que ha pasado a controlar la mayoría opositora.

Mientras tanto no cesan las críticas por parte del presidente del Gobierno, Nicolás Maduro, contra la Asamblea “burguesa” o “neoconservadora”, como la ha bautizado en distintas intervenciones. Miraflores, sede de la Presidencia del Gobierno, y la Asamblea Nacional forman así dos trincheras en el nuevo escenario político venezolano para mantener o hacerse con el poder en Venezuela.
Con la sutileza que caracteriza a Diosdado Cabello, ha calificado de “violación de la Constitución” la toma de posesión de los diputados de Amazonas, después de que el Tribunal Superior de Justicia admitiera a trámite una denuncia del Partido Socialista de Venezuela por supuestas irregularidades en dicho estado durante el proceso electoral.

Además de anunciar que presentarán una denuncia por “desacato”, el diputado del PSUV garantizó que la Asamblea no será “reconocida por el Gobierno, que ni siquiera debería mandar dinero a una institución que no tiene legitimidad de ningún tipo”. Auguró por último, la llegada de un “conflicto de poderes”, tal y como ha recogido la prensa venezolana.

Lo cierto es que con la entrada de estos tres diputados, la Mesa de la Unidad Democrática tiene 112 diputados, es decir, dos tercios de los 167 escaños, lo que representa una mayoría que le permite promulgar o modificar leyes orgánicas, convocar la Asamblea Constituyente y nombrar a integrantes de poderes públicos, entre otras prerrogativas, según informa Europa Press. Esta situación viene precedida además de una serie de decisiones de la Asamblea Nacional saliente, que han estado dirigidas a vaciar de contenido el Parlamento venezolano, que ha dejado de ser dominado por el oficialismo, y que ahora la oposición pretende revisar como una de sus prioridades, entre las que también figura la Ley de Amnistía para liberar a los presos políticos, que será otro de los frentes de batalla que marcarán el inicio de la legislatura. El propio presidente de la República, en la toma de posesión de los nuevos ministros, advirtió de que “frente a las amenazas de la nueva mayoría parlamentaria en la Asamblea Nacional, la Constitución es la herramienta para neutralizar las pretensiones de ese sector, que ha violentado el marco institucional al desacatar órdenes del TSJ”. “Quedan bastantes batallas por librar, y tenemos la Constitución para eso. Bastante poder hay en Venezuela para detener los desastres que impulse la derecha en la Asamblea Nacional”, indicó el mandatario, en unas declaraciones recogidas por la Agencia Venezolana de Noticias.

Mientras tanto, la cámara legislativa aprobó en su primera sesión la creación de una comisión para analizar la designación de los magistrados principales y suplentes del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), que se llevó a cabo a finales del pasado mes de diciembre. La oposición alegó que fueron elegidos militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela, según informa El Diario de Caracas.

Fin a la idolatría

Una de las primeras medidas que adoptó el presidente de la Asamblea Nacional fue la de eliminar del Parlamento venezolano toda la iconografía relacionada con el expresidente Hugo Chávez. Fotografías de gran tamaño del exmandatario, que ponían de manifiesto la idolatría que ha sembrado el chavismo y que llegó a evidenciarse en instituciones democráticas como el Parlamento, de donde ya han sido retiradas para indignación del Gobierno.

Las reacciones a esta decisión no se hicieron esperar y los máximos dirigentes del chavismo se rasgaron públicamente las vestiduras por esta medida simbólica. El presidente Maduro se mostró “indignado” por “expulsar casi a patadas nuestro libertador de la Asamblea Nacional”. Incluso llegó a llamar al pueblo venezolano a “rebelarse” y anunció la celebración de “actos de desagravio” contra este gesto. Cabe recordar que Maduro ha tenido, al menos que haya confesado públicamente, dos encuentros con Chávez tras su muerte en forma de “pajarito”.
Diosdado Cabello, que no ha tenido esas visiones paranormales del expresidente, tilda este gesto de “provocación” al pueblo. “Y ese pueblo sabe defenderse”, tal y como recoge El Universal.