El dardo

Nuevo curso político

Dio comienzo el nuevo curso político, el del cambio y las reformas inaplazables… si cuaja la confección de un Gobierno fuerte y estable. Sin grandes sorpresas pero sí con jugosas anécdotas, más del 60% de caras nuevas y con la natural pesadez de las votaciones tradicionales, se constituyó el nuevo Congreso de los Diputados; en el Senado todo fue coser y cantar merced a la mayoría absoluta del PP. La XI legislatura de la democracia ha colocado al frente de las Cortes Generales a Patxi López, un histórico del PSOE, primer lehendakari socialista gracias a un apoyo regalado, a cambio de nada, por el PP; apoyo que nunca agradeció, antes bien despreció. A López, conocido como Patxi Nadie por su futilidad política y sus coqueteos con batasunos y proetarras, no se le conoce actividad profesional ni aprovechamiento académico alguno. Comenzó los estudios de ingeniería industrial pero apenas supero un par de cursos; desde entonces, el partido ha sido su vida y gracias a eso tiene una jubilación de oro, aprobada y blindada por él mismo. Con tan escaso bagaje, y con la votación más baja cosechada nunca, se ha convertido en la tercera autoridad del Estado. Nada que ver con ilustres antecesores suyos como Castelar, Salmerón, Cánovas, Bravo Murillo, Dato, Canalejas, Sagasta, Martínez Barrio, Peces-Barba, Romero Robledo, el conde de Romanones, Fernández-Miranda, Argüelles, Besteiro, Ruiz Zorrilla y tantos otros. Con una cámara fraccionada y con dos nuevos e importantes actores, Podemos y Ciudadanos, a López no le va a bastar con apelar al diálogo y el entendimiento. Le espera una agobiante tarea de impulso democrático, de juego de equilibrios y de fomento de la labor legislativa y de control del Gobierno. Quince diputados canarios y once senadores están llamados a participar en las tareas de las cámaras, donde algunas formas externas -incluidas vestimentas inapropiadas y hasta la repulsiva y calculada utilización de un niño en el hemiciclo cuando existe guardería en el edificio- y unos modos y maneras, incluyendo el postureo, el puño en alto desafiante de Pablo Iglesias y unos cuantos comentarios extemporáneos en el juramento del cargo por parte de gentes de Podemos, convirtieron la sesión de ayer en una función a veces cercana al espectáculo circense.