crítica

Orquesta Filarmónica de Gran Canaria – Por Estrella Ortega

En la presente edición del Festival Internacional de Música de Canarias, el pasado sábado 16 de enero, fue la protagonista la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, dirigida por la prestigiosa batuta de Thomas Hengelbrock, un magnífico director, violinista y musicólogo alemán, con la participación como solista del oboísta español Lucas Macías Navarro, concertista y docente en la Escuela Superior de Música de Freiburg.

Se inició con la Obertura de concierto, Op. 12, del polaco Karol Szymanowski, una bella obra de sabor postromántico con un tratamiento temático encadenado y con dinámicas contrastantes, además de una refinada orquestación gracias a la personalidad innovadora de este compositor de la escuela musical polaca de principios del siglo XX, que dará pie a la escuela polaca contemporánea.

Seguidamente, el Concierto para oboe y orquesta en Re mayor, TrV 292, de Richard Strauss. Aunque el propio compositor lo consideró “un hijo menor” dentro de su extensísima producción, se reconoce en él un sabor clásico en comparación con la pluma straussiana, su escritura aprovecha las posibilidades técnicas y expresivas del instrumento, ya sean escalas o saltos de registro, siempre con el trasunto de la orquesta reducida. La interpretación de Lucas Macías Navarro fue limpia, matizada, con un hálito continuo y firme y una digitación segura.

Después de la pausa y para finalizar, la Sinfonía nº 8 en Sol mayor, Op. 88, de Antonin Dvorák. Si bien tiene un profundo regusto nacionalista, se puede apreciar también la influencia del romanticismo germánico por su amistad con Brahms y sobre todo por el profundo conocimiento de los clásicos.

La formación se mostró ejemplar al ceñirse a las exigencias de las partituras, con gran nivel técnico, perfecto ensamble y una sonoridad adecuada a cada compositor. Fue evidente la eficiente gestualidad de una dirección sólida e impecable.