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Reyes Magos

Con mayor o menor fantasía y lujo, con sus formas habituales o con innovaciones aceptadas o impuestas con mayor o menor ruido y polémica, el pasado 5 de enero los Reyes Magos se echaron a las calles del país que los instauró como motivos para la ilusión y regocijo de la población infantil. Los emigrantes españoles los llevaron, con desiguales resultados, al otro lado del Atlántico donde los Tres Reyes, Magos o Sabios, de Oriente, en cualquier caso de Oriente, compiten con el Viejo Pascuero, la versión mestiza, sur y centroamericanas, de Santa Claus y Papá Noel, y con estos mismos personajes, exportados desde el poderoso vecino del Norte. Herencia y reducción popular del Auto de los Reyes Magos -una pieza dramática del siglo XII recogida y versionada por el canónigo toledano Fernández Vallejo y extendida por la Península y ultramar- la tradición decimonónica de las cabalgatas y desfiles tiene su expresión más antigua en Alcoy, la ciudad alicantina que sumó a la gloria del equipo de fútbol “con más moral” una fiesta de tres días, estrenada en 1866.

Iniciada con pregón y teatro de marionetas -el Tiristi- sobre el Nacimiento y la Infancia de Jesús y las marchas de Moros y Cristianos levantinas, concluye con un vistoso cortejo de Melchor, Gaspar y Baltasar a lomos de enjaezados camellos, flanqueados por un millar de figurantes regios y pastoretes y con una compañía de diligentes y ágiles pajes que corren, saltan y suben por las fachadas de las casas, mediante largas escaleras, para entregar sus regalos a los pequeños destinatarios. A partir de esa fecha, se celebraron actos similares en Cataluña y Andalucía y, en el primer cuarto del siglo XX, se extendieron a todo el Estado. En esta última edición, en varias capitales y localidades las mujeres alcanzaron el protagonismo reclamado en la sociedad civil y reivindicado por las fuerzas políticas; así pues, con inicial expectación que devino en absoluta naturalidad, atendieron las peticiones de los pequeños y, junto a sus compañeros, saludaron ufanas desde los camellos y caballerías, o los vehículos de automoción que los sustituyeron, atendiendo a una vieja demanda de las sociedades protectoras de animales. También hubo presencia femenina -una niña entre dos varones- en la emotiva ceremonia de San Pedro del Vaticano porque el Papa Francisco, desde la hora cero de su pontificado, priorizó la evangélica igualdad de las personas y las almas en su eficaz y ejemplar apostolado.