La presidenta madrileña, Cristina Cifuentes, afea a la alcaldesa de la capital, Manuela Carmena, el que en vez de asistir en Fitur al día de Madrid, esté haciendo gestiones en el extranjero. Tal parece que la criticada mujer necesitase ir a la Feria de Turismo para enterarse de los atractivos que ofrece su ciudad, lo cual es una solemne majadería, al fin y al cabo, porque ¿para qué sirve Fitur?
Esa pregunta me la he hecho durante los muchos años en que he tenido responsabilidades en diversos periódicos españoles. Lo único que he sacado en claro es que los distintos Gobiernos autonómicos se gastaban una pasta gansa en stands y otra más en invitar a los periodistas de su comunidad respectiva para que hablasen de ellos a los habitantes de su propia región, en vez de hacerlo a los foráneos que no la conocían. Una grandísima tontería, reitero.
Con el tiempo, sin embargo, hemos sabido que Fitur ha beneficiado a alguna gente. Más en concreto, a paniaguados, comisionistas e intermediarios varios que se han enriquecido con el dinero público canalizado hacia los amiguetes de turno.
Es lo que se ventila ahora en el juicio a la rama valenciana del caso Gürtel. En él se juzga a los inefables Francisco Correa y Álvaro Pérez, el Bigotes, por haber recibido presuntamente sobreprecios, a través de la empresa Orange Market, de las consejeras Angélica Such y Milagrosa Martínez.
Al menos, aunque haya sido de forma delictiva, Fitur le ha servido a alguien. En cambio, dudo que haya beneficiado a los ciudadanos en general y al turismo nacional. En definitiva, se trata de un bello y aparatoso timo sufragado, una vez más, con el dinero de todos los contribuyentes y al que no ha sido ajeno el gremio periodístico en su conjunto.