superconfidencial

Y se acabó

1. Bueno, hoy se acabaron las fiestas.
Yo regreso de una escapada a Portugal, tengo que cambiar el teclado del ordenador porque hay dificultades con una letra y esperarme lo peor porque, que yo sepa, seguimos sin Gobierno, aunque esta no sea necesariamente una crónica política. Me dieron ganas de quedarme en el Algarve, donde soy un extraño. Qué bueno es, en ocasiones, ser un extraño. No le dije a nadie que me iba, ni siquiera me llevé los útiles de escritura. Estoy harto de las trabas aeroportuarias, de las revisiones, de los controles y de las dificultades. Ahora lo facturo todo y lo recojo a la llegada; si me pierden la maleta, que me la pierdan. Me da igual. En realidad, casi todo me da igual. Mañana, día 7, volvemos a la cruda realidad. Para algunos, estas fiestas son una bendición; desde hace algunos años, bastantes ya, yo no las disfruto y este año menos que nunca, por supuesto. Pero me alegro de que la gente lo pase bien y de que cuente todo lo que hizo el fin de año, noche en la que casi nadie hace nada. Ya he escrito de esto aquí.

2. Soy consciente de que lo que interesa al desocupado lector es lo que uno hace cada día. Más que nada, por curiosidad. No he tenido tiempo de mirar la lotería del Niño, pero me da que nada. Fíjense que yo en ese sorteo no creo, me gusta más el de la vieja lista de muchos números y pedreas, en la que mis décimos nunca figuran. Bueno, ni los de casi nadie. Anoche fui al rastro en busca de algo interesante. Ya les contaré. Tampoco quiero convertirme en el cronista del rastro, como ya creo que les dije. Pero el rastro es vida, en el rastro se pulsa el latido de la gente de la calle. Es curioso ese trozo de ciudad cada domingo, cómo bulle, cómo respira.

3. Ustedes habrán tenido sus reyes desde muy temprano y empiezan los anuncios de rebajas, dando a conocer los chollos de cada cual. En época de crisis, las rebajas son salvadoras pero duran muy poquito. Quiero decir, que cuando la gente se lanza a comprar son los tres o cuatro primeros días; más tarde el bajón es impresionante y las tiendas siguen igual de vacías de público que durante el resto del año. El otro día fui a Makro y faltaba mucho género, como si hubiera pasado por allí una legión hambrienta. Ni siquiera encontré la comida de mis perros. En fin, que se acabó.