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El sector sensato

El pasado domingo escribíamos que en la constitución del Congreso de los Diputados y elección de su Mesa -presidente, vicepresidentes y secretarios- tendríamos una primera muestra de lo que nos espera en esta Legislatura. También adelantábamos que el candidato socialista sería Patxi López, apoyado por izquierdas varias y marginando a los mayoritarios populares, lo que podría ser el principio del fin de muchas cosas. Pues bien, así ha sido, aunque la izquierda se ha dividido: Podemos ha escenificado su pugna con el PSOE por la hegemonía en su sector y ha presentado una candidata propia, que no tenía ninguna posibilidad. El antiguo presidente del Gobierno vasco gracias a la abstención del Partido Popular ha sido elegido con una nueva abstención popular y mediante un pacto tripartito entre su partido, Ciudadanos y el PP, al que no le ha quedado más remedio que aceptar lo inevitable a cambio de tres puestos entre vicepresidentes y secretarios. Y lo inevitable ha sido también que Pedro Sánchez ni siquiera les ha reconocido su papel de interlocutores, y ha calificado el acuerdo como exclusivo de socialistas y Ciudadanos. Es la primera vez en la democracia que preside el Congreso el candidato de un partido que no ha ganado las elecciones.

El fantasma de una coalición de extrema izquierda con los antisistema ronda la escena política española; y con el partido de Pedro Sánchez es más que imaginable. En su obsesión por derrotar a los populares en los escenarios autonómicos y locales, no ha dudado en apoyar a los populismos más extremos y en renunciar a su carácter vertebrador y moderado, ofreciendo como única propuesta de futuro para este país el humo tramposo de una reforma constitucional no diseñada ni explicada hacia un federalismo que ya existe. Un viaje hacia ninguna parte que no resuelve nada ni aporta nada a la política española. El secretario general socialista se encuentra en una grave encrucijada, porque si no llega a La Moncloa es muy probable que sea destituido por la corriente interna que le cuestiona en su propio partido, y la coalición de extrema izquierda con los antisistema es su única posibilidad de ser presidente del Gobierno. El problema es que esa coalición puede ser lo mejor para Pedro Sánchez, pero lo peor para su partido: sería lo que los rusos llaman el abrazo del oso. Los socialistas reclaman la antigüedad histórica de su partido porque se remontan a su fundación, el 2 de mayo de 1879, por Pablo Iglesias -el original-, el olvidado Jaime Vera y otros. Sin embargo, se trata de una verdad a medias. Desde su fundación, el Partido Socialista ha albergado en su seno a dos fracciones opuestas: a una fracción socialdemócrata, equiparable al laborismo británico o a la socialdemocracia alemana (que gobierna en coalición con Angela Merkel, no lo olvidemos), y a una fracción revolucionaria, muy cercana a lo que, en su momento, fueron los diversos comunismos europeos. El Partido Socialista ha albergado en su seno, para entendernos, a Indalecio Prieto y a Largo Caballero. Y Pedro Sánchez, igual que Rodríguez Zapatero, parece encontrase más cerca del segundo que del primero, y más cómodo en su compañía.

Después de la última guerra civil y su controvertida actuación en compañía de comunistas y libertarios, y tras perder a sus propias Juventudes, el PSOE del exterior, de Rodolfo Llopis, cedió el protagonismo de la lucha antifranquista al Partido Comunista, y languideció fatalmente durante toda la dictadura. Mientras tanto, a causa de esa inacción, surgió un movimiento socialista en el interior que desembocó en un partido socialista renovado, un partido que defenestró a Llopis y lo sustituyó por Felipe González. No todos recordarán que en las primeras elecciones democráticas, en 1977, se enfrentaron un PSOE histórico y un PSOE renovado, y que el primero fue barrido electoralmente, al no obtener ni un solo escaño. El PSOE actual es heredero del renovado, no del histórico.

operación fue posible gracias al masivo apoyo político y económico de la socialdemocracia alemana y su Fundación Friedrich Ebert (Friedrich-Ebert-Stiftung), creada por el Partido Socialdemócrata Alemán para promover la socialdemocracia y el socialismo democrático en todo el mundo. Se buscaba convertir al PSOE en lo que nunca había sido, en un partido inequívocamente socialdemócrata, homologable con el partido alemán y los otros partidos similares europeos. No es casualidad que, poco después, Felipe González liderara la transformación ideológica del partido, que incluyó el abandono del marxismo. No obstante, a pesar de todo eso, muchos socialistas nunca asumieron ese abandono, el PSOE nunca se convirtió plenamente a la socialdemocracia, y Rodríguez Zapatero y el actual Pedro Sánchez han fortalecido la fracción o el ala radical socialista, en contra de José Bono o Susana Díaz. Es un dato fundamental de la escena política española que no podemos ignorar. Porque la competencia de Podemos por la izquierda refuerza las posiciones de los que, dentro del PSOE, nunca se sintieron socialdemócratas ni se identificaron con socialdemocracia alguna. Es lo que Pablo Iglesias -la copia defectuosa- llama “el sector sensato socialista”, o sea, los más insensatos de todos.