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Todo sigue en el aire

Ya dije el domingo que Pedro Sánchez es “un político ambicioso, calculador, precavido, buen estratega y dispuesto a apostar todo por su futuro político”. Los movimientos que ha realizado durante la semana que hoy termina ilustran sus propósitos: sin esperar a que Rajoy fracase o no en su intento de ser investido presidente, ha llamado al flamante presidente de la Generalidad de Cataluña (aunque se le adelantó Pablo Iglesias) y le ha prometido una reforma federal de la Constitución; ha criticado al rey por no reunirse con la presidenta del Parlamento catalán; amparándose en razones de “cortesía parlamentaria”, ha prestado dos senadores a ERC y otros tantos a DyL para que puedan constituir grupo parlamentario propio, violando así las ‘líneas rojas’ que le marcó el comité ejecutivo federal en materia de acuerdos con los independentistas; ha mantenido contactos indirectos con Bildu, ERC, DyL, Foro Asturias y UPN (estos dos últimas formaciones se han presentado a las elecciones dentro de las listas populares) y directos con PNV, UP, NC y CC para sondear su disposición a apoyarle si puede formar Gobierno; ha criticado a Podemos, por sus protestas ante la denegación de grupo parlamentario a sus socios valenciano, catalán y gallego, pero simultáneamente le ha pedido -en algún momento parecía más una súplica que una solicitud- negociar para formar un Ejecutivo “a la portuguesa” sin que antes haya renunciado a la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña, y, por enésima vez, ha vuelto a reiterar su no más rotundo a facilitar un Gobierno del PP.

Toda esta actividad sólo tiene un propósito: ir preparando su propia investidura por mayoría simple, sea o no lo que más conviene al país y a su partido. Se trata de una posibilidad en modo alguno descartable. Rajoy no va a ser presidente porque no salen las cuentas y la suma de los votos de PSOE, Podemos y UP no alcanza para llevar a Sánchez a la Presidencia del Gobierno frente al bloque PP-Ciudadanos, que en tal supuesto ya ha anunciado que votaría unido; pero si el candidato socialista logra el apoyo de Podemos, PNV y CC o incluso de CC, NC y Bildu y la abstención de las dos formaciones catalanas y la vasca, su acceso al Palacio de la Moncloa lo tendría garantizado, aunque sea por un par de votos. Y ese es el objetivo del secretario general del PSOE, que así, y sólo así, se garantizaría su supervivencia política, cada día más en el alero, y su continuidad como secretario general.

Como siempre sucede con pactos tan amplios y complejos, todo puede venirse abajo si las contrapartidas de Podemos resultan inasumibles, tal y como hoy se presentan. Y no tanto por la actitud de Iglesias y los dirigentes de la formación como por las reclamaciones de independencia orgánica formuladas por los diputados de sus plataformas afines -En Marea, Compromís-Podem y En Comú Podem-, que si bien aceptaron el paraguas de Podemos para concurrir a las elecciones, prefieren conservar en el Congreso de los Diputados y en el Senado sus propias estrategias, su autonomía y sus señas de identidad ideológica, no siempre coincidentes entre sí, de ahí el peligro cierto de ingobernabilidad que podría darse con formaciones tan heterogéneas. De hecho, algunos diputados valencianos y gallegos han expresado su rechazo a apoyar a Sánchez.

Tras estos compases iniciales y una vez constituido el nuevo Parlamento, tanto Sánchez como Iglesias y el propio Rivera han entrado en una carrera de despropósitos populistas, impropia de políticos rigurosos, con la presentación, vía registro, de más de medio centenar de iniciativas, en su mayoría ya desgranadas en los programas electorales respectivos, que pretenden sean aprobadas por el Congreso de los Diputados y puestas en marcha cuanto antes, pese a que el Gobierno está en funciones y ni siquiera debería someterlas a debate ya que la mayoría de ellas suponen lo que alguien -no recuerdo bien quién- ha calificado muy acertadamente como “una orgía de gasto público”. Además, son una bofetada a los Presupuestos estatales de este ejercicio -al suponer un gasto nuevo estimado de más de 25.000 millones de euros- y un flagrante incumplimiento del principio del equilibrio presupuestario del artículo 135 de la Constitución.

En el PSOE siguen los frentes abiertos y la disconformidad con algunas declaraciones y decisiones de su líder. Algunos confían en leer la cartilla y obligar a rectificar a Sánchez durante la reunión del comité federal prevista para el 30 de enero, pero en puridad la convocatoria sólo incluye la elección de la fecha del congreso ordinario del partido para elegir secretario general, cargo al que Pedro Sánchez ya anunció que se presentaría. En vez de celebrarlo a finales de febrero o principios de marzo, como corresponde, Sánchez prefiere que el congreso se convoque una vez que se haya formado Gobierno, para evitar así una eventual defenestración en el actual periodo postelectoral, o tras la convocatoria de nuevas elecciones.

Visto lo ocurrido estos últimos días con Podemos y la bochornosa actitud de algunos diputados de esta formación durante la constitución del Congreso, son varios los barones y dirigentes socialistas que consideran un riesgo real de inestabilidad la firma de un eventual pacto de Gobierno “con esta gente”, a menos que se pague un precio muy alto que puede acabar por romper el partido o forzar una legislatura muy corta cuando lo que el país necesita es estabilidad y un Ejecutivo fuerte, capaz de afrontar con garantías las importantes reformas que esperan a la vuelta de la esquina. En esta tesitura, siguen las presiones en favor de un acuerdo con PP y C’s, que además aislaría a Podemos y sus ínfulas antisistema, abriría un escenario nuevo, garantizaría la continuidad de la recuperación económica y aseguraría la defensa a ultranza de la unidad del país ante el desafío catalán.

Una situación así le podría permitir al PSOE desde la elección o veto del candidato a presidente hasta la imposición de una hoja de ruta muy precisa sobre las reformas, empezando por la constitucional, la reconsideración de las leyes más polémicas e incluso otros aspectos del pacto como su duración, posibilidades de rompimiento, adelanto electoral, etc. Los socialistas serían los verdaderos árbitros de un Gobierno de gran coalición o pacto entre diferentes y su papel y su credibilidad ganarían muchos enteros, según coincidencia generalizada de los observadores políticos, los mercados, los empresarios y la mayoría de la sociedad.

Sobre el acto de constitución formal del Congreso de los Diputados cuesta imaginar que allí donde residen la institución más importante del país, la piedra angular de nuestra democracia, la sede de la soberanía nacional, el templo de la palabra, se haya podido producir una humillación tan grande del Parlamento y una degradación tan esperpéntica de los modos y maneras exigibles protocolariamente en cualquier actividad humana. En política, muchas veces cuentan tanto las formas como el fondo, y en el acto a que me refiero, las imágenes han ofrecido testimonios incuestionables de que nos esperan tiempos de sorpresas, gestos y actuaciones desacostumbradas.

La chabacanería, la superficialidad, la frivolidad, el mal gusto, la necedad, la memez, la teatralidad, la ramplonería, la preponderancia del estilo macarra, la manipulación, las proclamas zafias, la simpleza de los gestos, el afán de llamar la atención a toda costa -incluso con la grosera utilización de un bebé en plan atrezzo-, hasta el desaliño personal y la falta de aseo formaron parte del paisaje entre los diputados de Podemos, una formación nueva que empieza, sí, un tiempo también nuevo, pero que poco tiene que ver con la tolerancia, la educación y las buenas formas que exige la grandeza del lugar. Estas personas -se dicen “el partido de la gente”- da la impresión de que hasta que no han llegado ellas a la política no existían la democracia ni la libertad. Dios nos libre de parentelas así, que no respetan su propia dignidad, no están a la altura de su responsabilidad representativa y degradan el obligado decoro institucional. Salvando las distancias y como dijo el conde de Romanones en memorable ocasión, “¡Vaya tropa!”.