soliloquio

¿Usted qué estudió?

¿Usted qué estudió? ¿Yo? ¡Ah! Yo el diccionario. Es verdad, en los diccionarios está todo. Entre el de la RAE y el María Moliner se puede tener un compendio de nuestras palabras; soy de los que piensan que las palabras son el condimento de las relaciones. El lenguaje y su escritura nos permiten entendernos y poner orden a nuestra convivencia, su magia es tal que permiten también lo contrario. Las letras, las palabras y su combinación, el lenguaje son el más bello invento de la humanidad.

Tras esta genialidad escuché otra. Una gran mujer me contó que solo leía su enciclopedia, iba por la mitad y se sabía todo lo leído. Me quedé dándole vueltas y observándola, era un guayabo, no sé si por lo que me contó de su prontuario vital que me dejó embelesado o por el brillo que desprendían sus ojos de lectora empedernida. Me gustó su idea, una sorpresa que me ha animado a leer la Espasa Calpe poco a poco, para lo cual he localizado un atril de aquellos jesuíticos para colocar los tomos, porque una de las claves es que se lea en papel, hoja tras hoja. Escribo esto por motivos diversos y de todo tipo que guardan relación con la toma de posesión de sus señorías el pasado miércoles y en la que se eligió como presidente de la Cámara Baja para esta legislatura al tranquilo López, Patxi. No sé si va a poder meter en vereda y ordenar este nuevo Congreso que juró su cargo a la remanguillé, cada uno según sus creencias y los que no las tienen, de cara a la galería, es decir brindando el morlaco al tendido de la tele, con especial dedicatoria a García Ferreras su amparador. ¿Cómo va a firmar Iglesias el manifiesto por la democracia en Venezuela? Si firma le cortan el grifo. Observando sus esguinces políticos, uno se da cuenta de que todo es una pantomima para pillar poder engullendo poco a poco como la boa constrictor. Ya acabaron con IU, ahora toca intentar diluir al pesoe para lograr su nuevo bipartidismo o unipartidismo.

Entre la arrogancia de unos, los marcajes de otros, la soberbia y los trucos de aquel, y la levedad de estos, no sé qué va a ser de España. Por orden de aparición; Mariano el Celta dueño del pepé hasta que venda o lo larguen, Pedro el Vigilado del pesoe por Susana La Grande y sus de provincias -los celosos del toisón de hojalata-, Pablo el Largo de si podemos la liamos, y por último Albert, al que los suyos le laceraron el trabajo con sus gracias de jardilín y de género.

Pablo Neruda en su confesión vital me ayudó a entender: por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero… los bárbaros… no pudieron robarnos las palabras. ¡Úsenlas y entiéndanse! Menos samba y más trabajo.