superconfidencial

19.000 kilómetros diarios

1. Escuché en la COPE, el lunes pasado, que los seis litros de sangre que tenemos en el cuerpo recorren 19.000 kilómetros diarios por nuestras venas, arterias, capilares y eso. Es la mitad de la circunferencia de la Tierra. No me digan ustedes que el cuerpo humano no es, pues, un dechado de perfección. Por eso curarlo, cuando se pone gravemente enfermo, es tan difícil y también por eso los médicos se equivocan tantas veces. Cada persona, en su estructura corporal, es un mundo, un dechado de resistencia, una caja de sorpresas. Mi madre está ahora en el hospital y le han transfundido sangre. Tiene 94 años. Viéndola, me imagino a ese corazón trabajando duro para que su nueva sangre recorra esos 19.000 kilómetros cada día, que es como dar un viaje por medio mundo. Ella, que conserva su lucidez, no sabe que su viejo corazón es capaz de impulsar su sangre, la nueva y la vieja, a tal velocidad. Simplemente, no le interesa. Lo que quiere es volver a casa.

2. Evidentemente, yo no voy a llegar a la edad de mi madre, ni quiero, a pesar de la calidad de vida que ella tiene, pero escuchando la noticia de la sangre y los kilómetros en la radio pensé en todo lo que da de sí un cuerpo humano, en lo difícil -imposible- que es conocerlo bien y en los descubrimientos que se hacen cada día de lo que existe dentro de nosotros. La ciencia médica, que evoluciona con rapidez, se ha convertido en una pura estadística. Los pacientes acuden a la Internet para saber cómo empieza y cómo termina su enfermedad. Es un grave error, creo yo. Yo nunca lo haré porque a un profano lo que le aporta la Red es pura confusión.

3. Puede que la medicina sea arte. La cocina, según Arzak, también lo es. A mí me cuesta creer en los médicos, y que ellos me perdonen porque hacen lo posible por curar a los enfermos; igual que me cuesta creer en Dios. ¿Pero tenemos otras cosas a las que agarrarnos? Me gustaría saber quién hizo el cálculo de los 19.000 kilómetros que recorre nuestra sangre, lo mismo que quién dispuso que el alma pesa 21 gramos. En fin, no me hagan mucho caso. Es que no me gusta el Carnaval, no salgo y si me quedo en casa me paso mucho tiempo pensando. Quizá demasiado.