acabo de llegar

El Begoña y Garachico

Dime una cosa, papá; ¿por qué le hemos dedicado en Santa Cruz una calle a Nelson si lo que él pretendía era quedarse para siempre con Tenerife entero?

-Es un asunto largo de explicar. Ya te lo aclararé otro día, cuando seas un poco mayor. De todos modos, puedo decirte que en Garachico no se dedicó una calle, sino que se le erigió un monumento a Simón Bolívar, que fue un enemigo de España.

-¡Pues tampoco lo entiendo!

-Quien sí lo entendió fue la amplia colonia de garachiquenses radicada en Venezuela. Querían tales tinerfeños agradecer a la nación sudamericana su amable acogida y les pareció lo más oportuno que el homenaje se rindiera a la principal figura de la historia venezolana. Aunque alguien dijera entonces y siga diciendo ahora que no lo entiende, que no lo entenderá jamás.

Se encargó de adecentar y adornar el emplazamiento y sus alrededores el artista local Pascual González Regalado, mientras la escultura habría de confeccionarla el grancanario, residente en Caracas, Juan Jaén. Se trasladó la estatua a Tenerife, con el fin de celebrar una brillante fiesta en la villa norteña el 25 de julio de 1970. Todo estaba dentro de la normalidad, aunque con unos vecinos opositores y otros favorables a la idea.

Pero ya saben ustedes que la mente humana no descansa. Mientras se estaba en los trámites del momento, alguien tenía un sueño que quería cumplir. Lorenzo Dorta, alcalde de Garachico en aquellos momentos, soñaba con que el barco que trasladaba la estatua, el Begoña, entrara en Tenerife por el Norte para que pasara inapelablemente por Garachico. Un puro disparate, según los vecinos; no hay en Tenerife quien ignore que los barcos que vienen de América entran siempre por el Sur, por la sencilla razón de que en el Sur está el puerto más importante de la isla. Pero el alcalde sabía, porque así lo ha dicho la Historia, que el puerto de Garachico había sido un día el más importante. Pero ya digo que no faltó quien tachara de visionario al principal edil de la villa.

-Hablaré con la Compañía Trasatlántica para conseguir que el Begoña pase junto al Roque, se decía Lorenzo Dorta.

En el barco venían también muchos emigrantes nacidos en Garachico. Los dominaba la emoción de volver a encontrarse con sus familiares y amigos.

-Hace más de treinta años que no veo a mi madre.

-Yo no conozco a mi único hijo, que ya tiene 22 años. Nació un mes después de irme yo de Garachico para mejorar en Venezuela mi futuro

En alta mar recibió el capitán del Begoña la orden de un cambio de ruta. Un cambio insospechado, reñido con lo tradicional. Pero las órdenes se han inventado para ser cumplidas, gusten o no gusten. Y, aunque estuvo aturdido varios minutos, el capitán de la nave se dispuso a cumplir la orden recibida.

-Cumpliré la orden de mis superiores. El barco entrará en Tenerife por el Norte y no por el Sur, como parece lógico.

Sobre las tres de la tarde del día 6 de julio, el barco comenzó a acercarse. Un numerosísimo grupo de personas esperaban en el viejo puerto garachiquense para saludar, siquiera separados a unos metros de distancia, a los seres queridos que ahora regresaban desde la nación con la que teníamos entonces unas cordialísimas relaciones. Pero sobraron las prisas porque el barco, en lugar de pasar de largo, se detuvo frente a la costa garachiquense. Muy cerquita del Roque. Y fue entonces cuando se desbordó la emoción. Unos gritaban entusiasmados desde el pequeño puerto. Otros, más decididos, tomaron unos botes de los pescadores y se acercaron a la borda del inolvidable buque. Hubo abrazos y lágrimas, en el muelle y en la cubierta del barco, que permanecía estático en el lugar elegido previamente.

En aquellos momentos, mientras todos tenían la atención en la escena, yo pensaba en que el atrevimiento del alcalde había conseguido una meta que a cualquier otra persona le hubiera parecido una locura. Se había dicho, incluso, que el alcalde tenía la cabeza llena de pájaros. Pero lo cierto es que el mandamás del lugar había conseguido demostrar, con su valentía o atrevimiento, que las cosas, si se quiere, si se intentan, aunque a algunos parezcan imposibles, no lo son en realidad.