tribuna villera

Carlos Acosta y yo

Tengo que confesar públicamente mi sorpresa por el título del artículo escrito por Carlos Acosta, el pasado viernes 26 de febrero. Curiosamente es la misma fecha de un año del siglo XIX, cuando Europa se repartió en Berlín el continente africano e inventó el nuevo mapa de África, como bien lo recuerda el escritor uruguayo Eduardo Galeano, en su libro Los Hijos de los Días. Al principio me dejó preocupado y aunque tengo mi conciencia tranquila me temía algún varapalo del profesor garachiquense por algún pecado cometido. Menos mal que sólo se trataba de unos detalles de carácter gramatical que Carlos Acosta relaciona con sus manías gramaticales. Tanto en mis artículos como en los de otros. Siempre que se analizan situaciones variadas, con ópticas y perspectivas diferentes, hay que evocar aquel versículo bíblico: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Y lo digo, no por la resiliencia sino por la confusión de correlación singular-plural que me asalta y escribo mal, por la rapidez que le imprimo a mis escritos.

Que conste que no es la primera vez que me sucede y por ello a veces consulto con personas allegadas al mundo universitario gramatical incluso a filólogos, aunque hay que reconocer que la academia de la lengua española, la RAE, acepta últimamente neologismos y expresiones raras. Y como el ser humano se prodiga en modernismos no es raro encontrar expresiones como “resiliencia” y “resilientes”, que me gustan mucho por lo que significan y representan. No hace mucho le escribí a uno de mis hermanos, afectado por una grave enfermedad, unos artículos mientras estuvo hospitalizado en el HUC. Uno de ellos tenía mucho que ver con la dichosa resiliencia y se lo voy a enviar al profesor Acosta. Entonces podrá comprobar la importancia de este concepto. Se aplicaba a los metales en clase de Física, a los árboles cuando se redactó la Ley de montes de 2003 y ahora a los enfermos. Es la capacidad para afrontar situaciones adversas y salir fortalecidos de ellas. Honradamente, el artículo de Carlos Acosta me ha servido para hacer autocrítica y entonces acudo a referentes importantes de la gramática, como fue mi profesor en los salesianos de La Orotava, el palmero Víctor Rodríguez Jiménez, autor de un Manual de redacción. Cuando leí la crónica del periodista de Daute me acordé del geógrafo y profesor don Leoncio Afonso, y del relato autobiográfico del doctor Pío del Río Hortega, discípulo de don Santiago Ramón y Cajal, que plasmó en el libro El Maestro y yo, las explicaciones de sus relaciones con él. Respecto al vadeo del rebaño o de las ovejas lo dejaremos para otro día.