después del paréntesis

Ciudadano cooperante

Al conmemorarse hace pocos días otro aniversario del Holocausto, podemos afirmar que Latinoamérica no ha aprendido nada, pues todas aquellas personas muertas o vejadas por el régimen nazi, en campos de concentración, acabaron allí por el accionar de “soplones” que, ideologizados, o desesperados, les entregaron con mentiras a sus verdugos, como ocurrió en Argentina entre 1946 y 1955 con los “comisarios de manzana” del Peronismo, o los “camaradas de vereda” de la Revolución Cubana que aún vigilan a sus vecinos. Práctica también común de las dictaduras cívico-militares que enlutaron el Nuevo Continente, como en la propia Argentina, Paraguay, Chile, Uruguay o Brasil.

Todo esto viene a cuento pues el presidente de Venezuela ha creado los “ciudadanos cooperantes” (soplones), que pueden denunciar con mentiras y anónimamente a otro ciudadano a cambio de comida o subsidios. El acusado no puede enfrentar al soplón ante el Tribunal, pues este es testigo protegido y, aun inocente, pasa años encarcelado, vejado, se expolia su patrimonio y se le denigra públicamente.

El presidente Nicolás Maduro, con sus ciudadanos cooperantes no inventó nada. Solo copia a totalitarios revolucionarios, golpistas o electos. Tampoco es el único, ni será el último. Y aun a disgusto, debiéramos mirar para adentro, pues estos tics ya pueden verse por estas costas, donde una gobernante controla barrenderos con GPS, otro impone un idioma de carteles comerciales, y varios prohíben rentar a turistas una vivienda, todos alentando a sus vecinos a denunciar a los “traidores”.

No aprendimos nada. Idéntica desesperación, o ideologización, ante idénticas calamidades nos hacen repetir la sumisión de alemanes y latinoamericanos. Inclusive no aprendimos a advertir a políticos tradicionales -“la casta”, si prefiere-, que sus malas administraciones, y su desinterés por las necesidades reales, son las causas que encumbran totalitarios y sus “ciudadanos cooperantes”. Convencidos o desesperados.

gerardoctkc@gmail.com