NOMBRE Y APELLIDO

David Bowie

Enero fue el mes clave en la agitada existencia de un legendario icono estético que propuso, mandó y brilló en la segunda mitad del siglo XX y extendió su influencia al tramo que llevamos del XXI. Nació el día 8, en Londres, en un ambiente modesto y murió, rico y famoso, víctima de un cáncer que ocultó a sus fans y a la opinión pública, el pasado día 10 en Nueva York, donde residió las últimas décadas, dos días después de cumplir los sesenta y nueve años. En esa fecha señalada, y con la profética imagen de un astronauta muerto, salió a la venta su álbum póstumo, Blackstar -el número veinticinco de su carrera, iniciada en 1969 con Space Oddity- calificado como “un trabajo hecho a su modo, una obra de arte, tal como fue toda su vida”, y la generosa despedida de un genio. Retirado de los escenarios desde 2006 tras un ataque cardíaco, consciente de la gravedad de su estado, su última creación -siete temas de jazz con toques electrónicos- fue compuesto, producido y realizado “para el recuerdo y la imaginación”, casi como un autoepitafio que antecedió a su óbito en unas horas. Nada más difundirse la noticia, sus admiradores llenaron de velas y mensajes los exteriores del edificio de apartamentos de la calle Lafayette, en el Soho -donde vivió con su esposa la modelo Iman y su hija Zahra- y a uno y otro lado del Atlántico, su figura fue evocada con tristeza y elogios por personalidades tan relevantes y diferentes como el premier británico James Cameron y el jefe laborista Jeremy Corbyn, Hillary Clinton, la candidata demócrata a la Casa Blanca y el director cinematográfico Duncan Jones, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, la transgresora Madonna -que nunca ahorró piropos y muestras de admiración al cantante y actor- y el carismático James Newell Osterberg (Iggy Pop) que resaltó la decisiva influencia personal de su coetáneo y colega inglés. El hombre de las mil caras, apodo que se aplicó a su camaleónica capacidad de transformación y provocadora extravagancia , justificó como “libres elecciones” sus permanentes desafíos a las normas y convenciones de la música, que revolucionó con su talento e imaginación; al teatro, con exitosos montajes de Lindsay Kemp; al cine, con cameos y colaboraciones con Scorsese, Nicolas Roeg, Julien Temple y Jin Henson; y a los comportamientos sociales que transgredió con absoluta normalidad, a tal punto que fueron contemplados por sus admiradores con la misma naturalidad con la que él se condujo en sus días.