ÁNGULO 13

Enigmas entre plantas

ENIGMAS ENTRE PLANTAS

POR JUANCA ROMERO HASMEN

Desde hace ya un buen puñado de años, mi recorrido a través de estas cuestiones relacionadas con el misterio y lo insólito, me ha llevado a conocer diferentes lugares, y a no pocas personas que de alguna manera tienen un punto de conexión entre sí. Podríamos dibujarlo como un fino hilo que conecta el interés por aquello que está mal explicado o que directamente no se ha querido explicar. Los enigmas de las plantas, un libro escrito por Jordi Fernández, es uno de esos trabajos que me han cautivado de verdad. Hace ya un tiempo, tuve la oportunidad de charlar tranquilamente con él, y descubrir lo interesante de su trabajo, y especialmente lo mágico del universo que rodea a las plantas, las grandes desconocidas por la sociedad del siglo XXI.

-¿Qué es la etnobotánica?

“La etnobotánica estudia la relación que tiene el ser humano con las plantas. Desde los neandertales, ya está documentada esa utilización de plantas como la efedra, o muchas otras, hasta el día de hoy. Seguimos utilizando las plantas, algunas como mediadoras para entrar en comunicación con los dioses, y otras simplemente para quitarse el dolor de cabeza”.

-¿La importancia que le damos al mundo vegetal, ha ido decreciendo, o es una percepción errónea?

“Ya no mimamos, ni sabemos para qué sirven cada una de las plantas. Nos hemos olvidado de ese instinto inicial, hemos perdido ese 50% que nunca deberíamos haber perdido, el irracional. Ese 50% que nos hace ser más animales que seres humanos, que sapiens. Hemos perdido esa opción que nos hace sentir a la planta como un instrumento. Por ejemplo si nos vamos al Kurdistán iraquí, a los Montes Sagros, encontramos una cueva en la el antropólogo Ralph Zaleski hizo unas catas en los años 60 y encontró allí siete cuerpos de neandertales. Uno de ellos era un chamán, encontrado en un lecho de flores y plantas, una de ellas la efedrina. La utilizaban estos neandertales para hacer esas grandes caminatas, para poder ir a cazar durante varios días sin dormir y sin comer. A día de hoy, después de 70.000 años, te vas al Amazonas y encuentras los mismos rituales que hacían hace 70.000 años, con distintas plantas, pero con el mismo fin; la utilización de esas plantas para un medio, o para la relación con los espíritus, o para curarnos”.

-¿Difícil ver la cuestión cultural al tomar determinados preparados o plantas?

“Uno de los motivos de no valorar lo que conocemos como plantas sagradas, tiene el uso de las drogas naturales de forma lúdica. Ahora se ha puesto muy de moda irse a Brasil a tomarse la ayahuasca, lo que se conoce como narcoturismo. La gente no sabe que una mala experiencia con esta planta te puede traer la muerte. Irse a Nuevo México a tomar San Pedro, y tener un mal viaje de este cactus, te arruina no sólo la vida, te puede arruinar la mente. Estamos olvidando realmente para qué sirve una planta, que no es para irnos de marcha con ella. Esa planta tiene un ritual, un contexto en el mapa, y un por qué. El arraigo que tiene, es fundamental para poder tomar esa planta. Si no, se descontextualiza y no vale para nada”.

-¿Qué relación hay entre la cicuta y Sócrates?

“Tendríamos que ir hasta el año 399 a.C., donde los griegos decidieron un buen o mal día, juzgar a Sócrates, por varias cosas. Por alterar la sexualidad de los jóvenes decían, pero principalmente por revelar parte de los misterios de iniciación de los jóvenes. ¿Qué pena le pusieron? Pues a los griegos de aquella época, a muchos de ellos, les obligaban a autosuicidarse tomando cicuta -veneno puro-, una muerte dolorosísima. He documentado casos de muertes accidentales por personas que creían que tenían perejil y tenían cicuta, porque hay que decir que son muy parecidas. Pues a Sócrates le obligaron a tomarse la cicuta, y se comenta en libros de Platón y de otros griegos, cómo fue esa muerte, que fue cruel. Hacían una cosa muy curiosa los griegos. Por los visto ellos tenían una especie de brebaje, con sal y algo más, que les hacía salir de esa intoxicación, y a veces les daban una paliza para que el cuerpo entrar en calor, muriendo en ocasiones por la propia paliza”.

ENIGMAS ENTRE PLANTAS

-Muchos de los casos de estigmatizados que conocemos a lo largo de la historia, ¿pueden tener relación con alucinógenos?, ¿nada divino?

“Aquí hay para todos los gustos. Te daré mi versión: entre estas personas, grandes estigmatizados de la historia, había algunos que tenía alucinaciones por culpa del cornezuelo de centeno, el pan del fuego, que era habitual en esos monasterios. Imaginémonos que alguien o algo, y aquí ya estoy divagando, ha puesto las plantas en esta Tierra para algo. Todas las plantas tienen un por qué, todas valen para algo. Una te quita el dolor de cabeza, otra para limpiarte el riñón, otra para limpiarte los pulmones… y hay otras que te sirven para entrar en un estado alterado de conciencia. Todas las culturas sin excepción, hemos usado plantas para entrar en contacto con nuestros espíritus, nuestros muertos o nuestros dioses. ¿Por qué no pensar que no sólo es una alucinación, que no sólo es algo químico, que lo es, pero que la planta es una herramienta que alguien o algo dejó en esta tierra para que nosotros pudiéramos ponernos en contacto con ellos?”.

-Si hay una planta que siempre se ha identificado con las brujas, es la mandrágora. Yo incluso he llegado a escuchar que la untaban en el palo de la escoba, y se frotaban la vagina, y de ahí la representación de la bruja volando sobre la escoba. ¿Esto es cierto?

“Sí, es cierto. El arquetipo de la bruja volando en su escoba desnuda, es por eso. No es que volaban, sino que la mandrágora tiene una cosa que se llama atropa, que también viene de la belladona, un alcaloide que te da la sensación de volar, como si estuvieras flotando, y también ardores sexuales. En los años 70 se hicieron unas investigaciones muy curiosas, en las que se reunió un grupo de 20 personas, hombres y mujeres, mayores, pequeños, niños, a los cuales se les administró distintas dosis del principio activo de la mandrágora. Todas contaron que tuvieron un sueño profundo y una sensación de que volaban. Algunas también contaron que en estos sueños habían mantenido relaciones sexuales, o habían creído tenerlas. Si nos vamos a la Edad Media profunda, cuando querían hacer ese vuelo, lo que hacían era untar sus escobas y utilizarlas introduciéndoselas por la vagina, porque era la forma más rápida para que el principio activo hiciera fuerza de forma rápida. Y teniéndola en esa zona esos ardores sexuales los podían complacer. Todo tiene un por qué. La mandrágora es una planta curiosísima, una planta que generó mucho dinero y muchas locuras en la Edad Media. Se da el caso de que, por una de estas plantas, se pagó muchísimo dinero porque se creía que de las raíces salía unos hombres y mujeres pequeñitos que se llamaban homúnculos, y que trabajaban para el dueño de la planta generándole riquezas. Existía la creencia de que quién arrancaba una mandrágora, si oía el grito de esa mandrágora, caía muerto. Se montaban unas películas para recolectar mandrágoras que no veas; cogían un perro hambriento -aparte de hacer unas cruces y otros símbolos en el suelo-, lo ataban a la mandrágora, y desde lejos se le enseñaba un filete. El perro salía corriendo y arrancaba la mandrágora. Por lo tanto, el perro es el que caía muerto y no el dueño”.

-¿Es cierto que los tulipanes tuvieron que ver con un desastre financiero?

“Para hacernos una idea de lo que llegó a costar en 1.635 un tulipán en Holanda: 8.000 libras de trigo, 16.000 libras de centeno, 4.000 gordos bueyes, 4.000 gruesos cerdos, 12 gruesas ovejas, dos barriles de vino de 240 litros cada uno, 1.000 galones de cerveza, 500 galones de mantequilla, 1.000 libras de queso, una cama completa, un traje de vestir, y una copa de plata. Todo eso por un bulbo de tulipán. La historia comenzó así: En una ocasión, un conde envió a unos cazadores de plantas, a Turquía, y le trajeron unos bulbos. Los plantó, los vecinos lo vieron, y viendo la belleza de la flor, empezaron a cultivarlos. El precio de los tulipanes empezó a subir igual que subió el precio de los pisos en España, y así se creó una burbuja económica. Se le llamó la tulipomanía. Hubo asesinatos por robar sólo un bulbo. Personas que incluso fueron ajusticiadas”.

-Paseamos por las ciudades, vemos jardines, pero hay algunos que son llamativos y tienen un por qué. Por ejemplo, los jardines japoneses, en Egipto, y por supuesto los jardines masónicos…

“En la Edad Media teníamos masones (aunque con otro nombre) que dejaban su impronta en las piedras. En las catedrales de España y de medio mundo, dejaban esa simbología, únicamente hecha para iniciados. Cuando llega el siglo XVIII, cuando llega la masonería especulativa, dejan su impronta, o hacían determinados rituales, gracias a determinados libros como El sueño de Polifilo, que permitía utilizar como lienzo los jardines. Había historias que contar, y había que hacerlo dentro de un contexto de caminos, de laberintos… Todo lo que es el recorrido iniciático que tenía que hacer un masón, estaba recogido de alguna forma en esos jardines. Ese recorrido que no es un recorrido exterior, sino que es un recorrido interior, tenía que estar plasmado dentro de un jardín. Os voy a dar un ejemplo. Hay un jardín precioso, que se llama Quinta de Regaleira. Es una quinta, una hacienda, que está en el sur de Portugal, en Sintra. Es un jardín masónico, en el que incluso la capilla de la virgen está con una inclinación de 33 grados. Los 33 grados de la masonería. Es un jardín que tiene un pozo, en la parte superior, un pozo en forma de laberinto, que tiene una escalera de caracol por donde tú entras, porque es la entrada a la madre naturaleza, y una vez entras, tienes tres caminos por dentro de la montaña, a cuál coger. El 3 es un número que se repite dentro de la masonería, dentro de las obras de Mozart. Todo es un simbolismo, todo es numerología, todo es masón”.