EL CHARCO HONDO

A mano

Quienes llegan por mar suman, y siguen haciéndolo, más de un millón de hijos, madres, amigos, padres o conocidos. Son muchos más los que han solicitado asilo en la Unión Europea (¿hay alguien ahí?; ¿existe la UE?, cabría preguntarse). Los refugiados sirios se acercan ya a los cinco millones. Aunque las cámaras dejaron de estar, la crisis humanitaria no acabó cuando se fueron. Las televisiones consumen ya otras historias, pero miles de familias siguen dejando atrás sus vidas para buscar otra que la UE no les da. De vez en cuando los jefes de Estado y Gobierno se reúnen para aparentar inquietud e implicación. No han hecho nada. No lo harán. Otras son las prioridades. Otros los dolores. Los refugiados no pueden contar con la UE porque su opinión pública se ha acostumbrado a ellos, a su desesperanza, al abandono, a su peregrinación, a que millones de personas carguen con su fatalidad. Tanto nos hemos acostumbrado que desaparecen diez mil niños y seguimos cenando. Entre este año y el anterior alrededor de 4.200 personas han perdido la vida o han desaparecido en aguas del Mediterráneo. Recuerda Cerqueiro, en El Español, que las llegadas de este año superan las del mismo periodo en 2015. Refresquemos los datos de la vergüenza. Rescatemos las cifras. Ahora que Berndt Körnerx (subdirector de Frontex) ha apuntado a Canarias como ruta alternativa e inminente para los refugiados sirios, recordemos la realidad de la que proceden, el limbo por el que transitan y, para entender el infierno del que huyen, tengamos a mano el análisis -certero- que Loreta Napoleoni hace en un libro imprescindible para comprender mejor el rediseño de Oriente Próximo. Tengamos a mano los datos, las cifras y el libro; sobre todo si se confirma la tesis de Körnerx y en breve asoman miles de hijos, madres, amigos, padres o vecinos expulsados de Siria por una guerra patrocinada, entre otros, por quienes ahora les dan la espalda.