tribuna

La mitad de la verdad, la mayor de las mentiras – Por Dámaso Arteaga Suárez*

Uno de los recursos más facilones en política es el insulto al adversario. Se trata de una socorrida estrategia que suele esconder, sin embargo, la incapacidad propia para debatir y contrastar opiniones e ideas. El pasado domingo, en estas mismas páginas, el concejal de Alternativa Sí Se Puede Pedro Fernández Arcila intentó prolongar el debate suscitado en el pleno del viernes anterior en relación al sistema de recogida de residuos. Ese grupo defiende hoy el modelo “puerta a puerta”, que consiste básicamente en que el vecino deja en la calle los residuos -sin depositarlos en los contenedores-, lo que precisa de una selección previa de los residuos en los propios hogares y de su colocación en un horario definido en la vía pública con identificación de la vivienda que los deposita. Se trata de un sistema que se ha implantado en varias localidades españolas, principalmente en Cataluña y en País Vasco
-en este último caso impulsado por Bildu en los municipios en los que gobierna- y que ha generado mucha polémica. En algunos de esos municipios se ha reconsiderado la decisión ante las protestas vecinales derivadas de la exigencia de este sistema y del alto coste que supone una subida de la tasa de recogida de residuos que pagan todos los ciudadanos y que ha llevado el modelo al fracaso más estrepitoso. El grupo de gobierno en Santa Cruz impulsa un sistema de gestión integrado, que incluye la implantación del quinto contenedor para materia orgánica, aunque, como ya advertimos en julio pasado, no se descarta que en determinadas zonas puedan aplicarse sistemas como el “puerta a puerta” o el “quita y pon”, con bonificaciones en la tasa de residuos sólidos a las comunidades de vecinos que se impliquen en esta experiencia.

El “puerta a puerta” en ciudades como la nuestra tiene más inconvenientes que ventajas, y la menor de ellas es el incremento del gasto que implica (en torno a un 80%), un coste que necesariamente debería ser repercutido a los vecinos. Hay otras desventajas relacionadas con cuestiones de salubridad, derivadas de las propias condiciones climatológicas de la ciudad o con la imagen que queremos proyectar de Santa Cruz como una ciudad limpia, cuidadosa con su paisaje urbano.

Nadie discute la necesidad de incrementar los porcentajes de reciclaje de residuos en la ciudad, pero sí conviene que cualquier nuevo proyecto esté bien planteado, estudiado económicamente y testado lo suficiente para ir sobre seguro.

Es ahí donde flaquea esta propuesta de la oposición municipal. Cualquiera puede construir una moción proponiendo esto, lo otro o lo de más allá. Y es legítimo, evidentemente. Pero hacerlo con datos, memoria económica; analizando pros y contras, considerando el impacto de las medidas o su propia viabilidad es otra cosa: se necesita cierta altura política. Altura para encajar la crítica y respetar a quien tiene otra opinión. Esa es la esencia de la democracia: en el gobierno y en la oposición. Quienes tenemos el deber y la obligación de tomar decisiones, de gobernar, hemos de hacerlo desde el rigor; no basta juntar palabras y, menos aún, descalificaciones.

Porque, además, suele ocurrir que quien mucho habla no demuestra cuánto sabe, sino que deja en evidencia todo lo que ignora.

*Concejal de Servicios Públicos del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife